Sadir Japárov se prepara para culminar su meteórico ascenso al poder en las presidenciales kirguisas

El polémico candidato podría amasar un poder casi sin restricciones solo 100 días después de salir de la cárcel

Menos de cuatro meses después de salir de la cárcel, Sadir Japárov parte como favorito absoluto en las elecciones presidenciales que se celebran este domingo en Kirguistán, y que van acompañadas de un referéndum sobre los poderes del jefe del Estado por el que Japárov, objeto de devoción por parte de sus seguidores a pesar de haber sido condenado en su día por participar en el secuestro de un gobernador regional, podría acumular un poder como rara vez se ha visto en el país.

Los antecedentes inmediatos se la situación actual se remontan a las elecciones legislativas del pasado 4 de octubre, unos comicios que se antojaban completamente intrascendentes al enfrentar a dos partidos del estatu quo. Nada más lejos de la realidad. Al caer la noche, una multitud denunció los comicios y sacó de la cárcel a Japárov, hasta entonces considerado por los observadores como un político nacionalista caído en desgracia, cuyo verdadero calibre pudo apreciarse a partir de ese momento.

En realidad, Japárov llevaba años granjeándose una extraordinaria reputación entre la población después de pasar años defendiendo de manera incondicional la nacionalización de las minas de oro del país hasta que, en 2013, acabó condenado a 11 años y medio de prisión por tomar como rehén a un gobernador provincial en la ciudad de Karakol durante una protesta contra el proyecto local de mina de oro Kumtor.

Asediado por las autoridades, Japárov, que siempre ha denunciado esta persecución como un ardid político para acabar con él, huyó al vecino Kazajistán hasta su captura en la frontera entre ambos países en marzo de 2017.

La salida de Japárov de la cárcel fue el principio de diez días de caos en el país, y la culminación del desencanto de la población con un sistema parlamentario que, según explica la politóloga Asel Doolotkaldieva a Nikkei Asia, «había dejado de servir a los intereses del pueblo».

«Los jefes de partido y los 120 diputados sólo se han preocupado por sus intereses privados y utilizado al Estado para su beneficio, abandonando por completo a la población», ha lamentado.

En medio de las protestas, el resultado de las elecciones fue anulado mientras el hasta entonces presidente, Sooronbay Jeenbekov, anunciaba su salida del poder — el tercer mandatario obligado a dimitir desde la independencia de la exrepública soviética en 1991 — para calmar la situación. Partidarios de Japárov protagonizaron una campaña de acoso contra la oposición para consolidar su llegada al poder, algo que acabó sucediendo el 16 de octubre, día en el que acabó asumiendo el doble cargo de presidente y primer ministro del país.

En cumplimiento de la ley electoral, Japárov ha abandonado ambos cargos para comparecer a estos comicios. No obstante, ha dejado la Jefatura del Estado en funciones en manos de su aliado Talant Mamitov y la del Comité Estatal de Seguridad Nacional, el organismo sucesor de la KGB, en las de otro gran socio: Kamchibek Tashiyev, en línea con la tradición política del país, marcada por el clientelismo, la guerra entre clanes, el enfrentamiento entre las regiones del norte y del sur, y la pobreza que asola a la población.

HÉROE POPULAR

En un duro comunicado de condena, la Embajada de Estados Unidos en Bishek aseguró que el ascenso de Japárov estaba relacionado con «un intento de los grupos del crimen organizado de ejercer influencia sobre la política y las elecciones». Washington desenterraba así años de informaciones sobre la presunta relación entre Japárov y grupos criminales del país que, a juicio de observadores citados por el portal de noticias Eurasia, le han financiado las movilizaciones y la actual campaña.

Oficialmente Rusia, que tiene una base militar en Kirguistán, se ha mantenido al margen del caos político. Moscú llegó a entablar contacto con un responsable de seguridad kirguís para ofrecer ayuda. El responsable fue despedido de inmediato. El Kremlin, al menos oficialmente y a pesar de perder a un aliado como era el presidente Jeenbekov, ha dejado en manos de Japárov el futuro del país, según el analista y asesor del Gobierno ruso Fiodor Lukianov, que entiende la decisión como «un paso natural en la transformación postimperial de Moscú».

Sin embargo, otra valoración del impacto de la figura de Japárov realizado por la organización Open Democracy constata que el candidato disfruta de un extraordinario respaldo en las marginadas zonas rurales del país, en especial en su región natal de Issyk Kul.

Su grupo de Facebook acumula más de 117.000 seguidores — la página de Facebook de política más grande de Kirguistán –. En las redes sociales rusófonas, sin embargo, los críticos condenan a los seguidores de Japárov por actuar pagados por el candidato y carentes de educación alguna.

«Los usuarios de las redes sociales de Kirguistán favorables a Japárov se han centrado en tres tendencias generales: la glorificación del candidato, la retórica antisistema y los constantes ataques contra los rivales de Japárov», analizaba Open Democracy en octubre. El analista para Asia Central del New York Times , Arkady Dubnov, estima que Japárov ha prevalecido por la simple razón de que «sus seguidores han sido los más fuertes».

«Japárov es la última esperanza para la gente», explica por su parte a Eurasia el conductor Nurbek Zholomanov, mientras se dirige a la capital del país para prestar su apoyo al candidato en el día de los comicios. «No podemos creer en nadie más, no hay nadie más en quien podamos confiar», ha añadido.

CANDIDATOS

Japárov encabeza una remesa de 17 candidatos tan numerosa como débil en comparación. Su rostro es omnipresente en las televisiones kirguisas y sus fondos de campaña superan con mucho a los de sus rivales. El propio candidato está convencido de su victoria, y se refiere constantemente a sí mismo como «el elegido del pueblo».

Solo tiene un rival real, el también nacionalista Adaján Madumarov, pero la diferencia entre ambos es tan abismal que su presencia casi parece testimonial. En una encuesta del mes pasado recogida por el Barómetro para Asia Central, el 64% de los encuestados dijeron que tenían la intención de votar por Japarov y solo el 3% apoyaba a Madumarov.

Otro rostro reconocible es el de Kanatbek Isayev quien, por derecho, y como presidente del Parlamento, debería haber asumido la Presidencia en funciones. Isayev acabó declinando, asustado por las amenazas de los partidarios de Japárov. Sus posibilidades en estos comicios son insignificantes.

El único elemento de intriga, en realidad, es el resultado del referéndum anexo que se celebra también este domingo, y que pedirá a los votantes la elección entre un sistema parlamentario, presidencial y mixto. De resultar vencedor el segundo, comenzaría un proceso de reforma constitucional que antepondría la figura del presidente a la del Parlamento, con Japárov como gran beneficiado.

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