Sagasti descarta cambios en la Constitución peruana por falta de «tiempo» y «legitimidad»

Sagasti advierte de que cortara «en seco» cualquier conato de desestabilización del Gobierno

El presidente interino de Perú, Francisco Sagasti, ha descartado este domingo llevar a cabo cualquier tipo de iniciativa para modificar la Constitución alegando que el actual Ejecutivo «de emergencia» carece de la «legitimidad» y el «tiempo» necesario para hacerlo, después de que días atrás sugiriera la posibilidad de «intentar» una iniciativa en este sentido.

«No tenemos el mandato en este Gobierno de transición, de emergencia, para iniciar un proceso de cambio Constitucional. Soy muy consciente de que he sido designado por 97 congresistas. Eso no me da un mandato para empezar un gran debate, un proceso de cambio ni mucho menos», ha argumentado durante una entrevista desde Palacio de Gobierno para varios medios peruanos.

«Lo que podemos hacer en este tiempo es recoger información, sentar bases. Ya en este momento el Acuerdo Nacional está convocando a un grupo, nos parece excelente que ese sea el grupo que lo haga, pero no vamos a ir más allá. No tenemos legitimidad, ni tiempo para hacerlo», ha zanjado.

Una reforma de la Constitución era parte de las peticiones que los miles de manifestantes que se congregaron en Lima, y otras ciudades peruanas, exigían en los días posteriores a la destitución del expresidente Martín Vizcarra por parte del Congreso y la designación del efímero Manuel Merino como nuevo máximo mandatario, quien acabó renunciando dos días después de que se registraran dos muertes durante las protestas.

Algunos sectores políticos y sociales de Perú culpan a la Constitución de los vicios del actual sistema político del país, pues al ser unicameral, el Congreso, que ha estado durante los últimos 40 años muy fraccionado, aglutina en la práctica todo el poder.

Desde el año 2000, ninguno de los responsables de la Casa de Pizarro ha contado con más del 40 por ciento de los escaños, por lo que lograr mayorías se ha convertido en una tarea muy complicada, propiciando así no pocos escándalos políticos, sobre todo en forma de compra de votos.

Las palabras de Sagasti contrastan con las afirmaciones de hace unos días, cuando, rememorando los intentos sin éxito del anterior Gobierno de transición de Valentín Paniagua (2000-2001) de iniciar una reforma de la Constitución, animó a recuperar «ese intento».

«Recuperemos ese intento, actualicemos los planteamientos, escuchemos diferentes puntos de vista y entreguemos al próximo Gobierno y al Congreso, elegidos esta vez por toda la ciudadanía, el cómo cambiar la Constitución», aseguró.

«NO ME TIEMBLA LA MANO CUANDO GOLPEO»

Durante la entrevista, Sagasti ha abordado varias cuestiones, entre ellas la crisis del coronavirus, o los distintos acercamientos que ha tenido con varias de las bancadas presentes en el Congreso de Perú.

En ese sentido, ha advertido de que no le temblará la mano para atajar cualquier tipo de «desestabilización» cuando la situación pase de «conversaciones cordiales» a «traiciones directas».

«Una cosa es ser abierto, dialogar con todos y otra cosa es ser ingenuo. Para ser ingenuo tengo demasiados años de vida, tengan por seguro que conozco esto muy claramente», ha dicho el presidente peruano.

«Tengan por seguro una cosa, no me tiembla la mano ni cuando escribo, ni cuando acaricio, ni cuando golpeo. Tengan toda la tranquilidad de que cuando la conversación cordial pasa a un intento de desestabilización, traiciones directas, ahí perfectamente tendré la determinación de parar estas cosas en seco», ha advertido.

Perú espera poner fin a una nueva crisis política con las próximas elecciones fijadas para el 11 de abril de 2021. Sagasti es el cuarto presidente del país en tan solo cuatro años, confirmando así una de las historias recientes de mayor inestabilidad política de la región.

Los últimos seis presidentes de Perú, salvo el ya fallecido Valentín Paniagua, quien asumió el cargo tan solo ocho meses, después de la moción de censura contra Alberto Fujimori en el año 2000, y el recién dimitido Manuel Moreno, han estado envueltos en varios casos de corrupción, todos ellos relacionados de una u otra forma con la red de sobornos que la constructora brasileña Odebrecht ha tejido en el continente.

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