El cierre de campos de desplazados en Irak deja los niños entre cadáveres, restos de explosivos y escombros

La decisión del Gobierno de Irak de cerrar de forma apresurada los campamentos de desplazados internos ha forzado a que miles de niños y sus familias tengan que buscar acomodo en lugares que no son seguros, entre escombros, restos de explosivos e incluso cadáveres, ha denunciado la ONG Save the Children.

A mediados de octubre, las autoridades comenzaron a cerrar diez campamentos de Bagdad, Kerbala, Diyala, Anbar, Nínive y Kirkuk, anticipando más cierres antes de finales de año. La ONU estima que unas 250.000 personas se verán afectadas por esta medida, 48.000 de ellas solo en noviembre.

Save the Children ha hablado con representantes de algunas de estas familias, que han dado cuenta de la precaria situación en la que se encuentran ahora, dejados a su suerte en muchos casos sin tener cubiertas sus necesidades básicas de alimento y agua, o sin posibilidad de electricidad o transporte.

«Cuando volvimos, la zona no estaba limpia, había explosivos», cuenta Alí, un padre de cuatro hijos que ha vuelto a Mosul desde el campo de Yahyawa, situado en Kirkuk y donde vivían casi 2.000 personas, la mitad de ellas niños. «Yo mismo quité una bomba sin explotar del tejado de mi casa», afirma, al recordar también casos de familias que se han encontrado incluso un cuerpo sin vida.

No en vano, su familia vive en el último bastión que Estado Islámico aguantó en Nínive. «Los niños cogen las balas, pero no saben lo que son. Mi hijo vino con una granada sin explotar en su mano y me dijo: «Papá, ¿qué es esto?», añade.

Ali lamenta que «los niños no están seguros» y reclama, entre otras cuestiones, información sobre los explosivos, ayuda mental, ropa de invierno, comida y juguetes. Una de las preocupaciones más recurrentes de las familias es también la situación de las niñas, ante la posibilidad de que sean secuestradas.

Shahad, que colaboró como voluntario con Save the Children antes del cierre del campo de Yahyawa, coincide en que hay «muchos riesgos para los niños», entre otros «explosivos, escombros, la COVID-19, escasez de comida, cuerpos muertos y esqueletos entre los escombros», a lo que suma ahora «el frío del invierno».

«Ojalá no hubiésemos vuelto porque nuestras casas están destruidas. Hace demasiado frío y no hay servicios adecuados como agua potable, electricidad o limpieza», sentencia. La mayoría de las familias han rehabilitado una única habitación para vivir todos juntos y, según Shahad, «tienen una necesidad desesperada de combustible y calor para mantenerse calientes durante el invierno».

PIDEN OPCIONES ALTERNATIVAS

Save The Children considera «profundamente preocupante» la situación, en palabras de su director para Irak, Ishtiaq Mannan, quien ha recordado que casi la mitad de los habitantes de los campamentos son niños y estos ya han vivido en «condiciones difíciles» durante más de tres años. Ahora, «se ven obligados a vivir en sitios donde los niños no deberían hacerlo».

«Es una situación desesperada para miles de niños en mitad de una pandemia, que empeora por el inicio del invierno. Por eso instamos al Gobierno a proporcionar un refugio alternativo para las familias que no quieran volver a sus zonas de origen», ha planteado Mannan.

La ONG también ha llamado a la comunidad internacional a implicarse para colaborar con las autoridades iraquíes en la elaboración de un plan a largo plazo que respete los estándares internacionales y garantice la situación de las familias vulnerables, con especial atención a los menores de edad.

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