Carrera contrarreloj en Burkina Faso para evitar una catástrofe por el coronavirus

El país ya se enfrentaba a una crisis humanitaria sin precedentes con más de 800.000 desplazados internos

Burkina Faso atraviesa una crisis humanitaria sin precedentes como resultado de la violencia yihadista e intercomunitaria que ha dejado más de 800.000 desplazados internos. El país, uno de los más pobres del continente, carece de un sistema de salud adecuado para hacer frente a la pandemia del coronavirus, que amenaza con convertirse en una «crisis dentro de una crisis» y podría tener consecuencias devastadoras si llega hasta los campos de desplazados.

«Vivimos una crisis en una crisis y el desafío es poder contener la propagación de la pandemia al tiempo que se continúa garantizando una respuesta humanitaria de calidad para los 800.000 desplazados internos en un contexto de aumento constante de las necesidades de las personas vulnerables y de limitación de las capacidades de nuestros equipos debido a las restricciones del espacio humanitario», resume la situación el director de Oxfam Intermón en el país, Papa Sosthène Konaté.

El país ya enfrentaba una «crisis humanitaria sin precedentes» y el coronavirus amenaza con «tener consecuencias sanitarias desastrosas», subraya en declaraciones a Europa Press. Por ahora, las autoridades han contabilizado 414 casos y 23 muertos y el virus parece confinado principalmente en Uagadugú, la capital y otras grandes ciudades, incluida Bobo-Dioulasso.

Pero, como apunta el portavoz del Consejo Noruego para los Refugiados (NRC) para África Occidental, Tom Peyre-Costa, «el país carece de personal entrenado en atención respiratoria, tiene suministros inadecuados de protección para el personal sanitario y puntos de control sanitario insuficientes en sus fronteras terrestres».

En la actualidad, precisa a Europa Press, en Burkina Faso solo hay un hospital con 500 camas y una pequeña clínica para atender a los pacientes con Covid-19, mientras que el único laboratorio que puede hacer las pruebas se encuentra en Bobo-Dioulasso, la segunda ciudad del país y a cinco horas en coche de la capital.

APAGAR UN INCENDIO SIN AGUA NI BOMBEROS

Así pues, aunque el Gobierno de Roch March Christian Kaboré «está haciéndolo lo mejor que puede con los medios de los que dispone, el Covid-19 ya se está propagando». «Es como intentar apagar un incendio forestal sin agua, bomberos o equipamiento adecuado», ilustra el portavoz del NRC.

El Gobierno también ha adoptado una serie de medidas drásticas en el plano social para frenar los contagios, entre ellas el confinamiento, el cierre de mercados o la prohibición de usar el transporte público lo cual, alerta el responsable de Oxfam, tiene «repercusiones desastrosas sobre los medios de subsistencia de la población, que ven su movilidad reducida y algunas de sus actividades paralizadas».

«La crisis amenaza con desembocar en un aumento de la pobreza que va a afectar particularmente a las mujeres, muy activas en el sector informal de la economía, y al sector agrícola», previene Konaté, que incide además en que la situación podría deteriorarse aún más, ya que «los ataques de los grupos armados no han cesado y el número de desplazados internos sigue aumentando».

CONSECUENCIAS DESASTROSAS ENTRE LOS REFUGIADOS

Precisamente, que este sector de la población se vea afectado es una de las grandes preocupaciones de las ONG que trabajan en Burkina Faso, dado que se trata de personas «extremadamente vulnerables», lo cual podría tener «consecuencias extremadamente serias», subraya Peyre-Costa.

En campamentos de desplazados densamente poblados como el de Barsalogho, en la región Centro-Norte del país, donde la atención sanitaria es escasa, se da «la tormenta perfecta para un brote devastador», subraya el portavoz del NRC. Aquí, las instalaciones y los refugios son compartidos por lo que, si se produce un caso, el coronavirus podría «propagarse como la pólvora», máxime habida cuenta de que familias de hasta diez miembros solo tienen 20 litros de agua al día, cuando el mínimo por persona al día para la respuesta frente al Covid-19 se estima en 35 litros.

El portavoz del NRC coincide con el responsable de Oxfam en que «la violencia y el desplazamiento continuarán» al margen de la pandemia, lo cual constituye un desafío no solo para la población sino también para las organizaciones humanitarias que intentan ayudarlas. Ya antes de la llegada del virus, las ONG tenían problemas de acceso diario a los campos de desplazados debido a la inseguridad, explica, destacando que las medidas restrictivas adoptadas para combatirlo podrían limitar las operaciones.

Sin embargo, subraya Peyre-Costa, es fundamental que el personal humanitario, incluido el del NRC, «pueda permanecer en terreno para ofrecer asistencia humanitaria esencial a los más vulnerables». También es esencial, añade, que haya la infraestructura necesaria para permitir que tanto los suministros como el personal de las ONG puedan entrar en los países en los que son necesarios, como es el caso de Burkina Faso, para continuar con las operaciones.

LOS TRABAJADORES HUMANITARIOS TIENEN QUE SEGUIR CON SU LABOR

Konaré comparte la petición: «Es esencial que los actores humanitarios puedan seguir dando una respuesta a la crisis humanitaria y hay que velar por que esté disponible un apoyo financiero y técnico para que el Gobierno burkinés y todos los actores que lo apoyan estén a la altura de poder responder de forma adecuada a la crisis y para poder reforzar a largo plazo el sistema de salud».

Eso pasa, subraya el director de Oxfam, por un aumento urgente de la financiación de la respuesta humanitaria, incluida la respuesta frente al coronavirus, por parte de los donantes, y que dichos fondos sean «flexibles» en cuanto a su destino final. Según los últimos datos de la ONU, de los 312 millones de dólares solicitados para la respuesta humanitaria en 2020, hasta la fecha solo se ha recibido el 12 por ciento.

«Debemos adaptarnos, superarnos a nosotros mismos y encontrar recursos para salvar vidas y evitar que el horizonte no sea aún más sombrío», subraya Konaré, mientras que Peyre-Costa añade que las ONG deben «ser capaces de planificar por adelantado y aumentar la respuesta en materia de salud, saneamiento e higiene» así como «adoptar otras medidas necesarias para ayudar a evitar una catástrofe».

Ambas ONG están trabajando principalmente en materia de concienciación y de promoción de las medidas de protección frente al contagio, con el foco puesto en la población más vulnerable y sin desatender la asistencia que ya ofrecían antes de que llegara el coronavirus a parte de los 2,2 millones de personas que necesitan ayuda humanitaria en el país.

«El agua potable y buenas instalaciones de higiene son siempre un desafío en los campos de desplazados y ahora mismo también la medida más importante para frenar la propagación del virus», incide el portavoz del NRC, cuyos equipos han preparado instalaciones para el lavado de manos en los puntos de distribución de ayuda y también están distribuyendo información sobre la prevención del Covid-19.

ES UNA CARRERA CONTRARRELOJ

«Estamos en una carrera contrarreloj junto con nuestros socios para adaptar nuestros programas y proteger a los más pobres y los más vulnerables contra el Covid-19», asegura por su parte el director de Oxfam, cuya organización sigue prestando ayuda a quienes lo necesitaban antes y prepara una respuesta específica por el Covid-19.

«Aunque se deban tomar todas las medidas necesarias contra el coronavirus, ello no debería desviar nuestra atención de otras enfermedades mortales como la diarrea, la malaria, el cólera, el dengue o la pulmonía», reivindica el portavoz del NRC, reclamando una «respuesta integral» para limitar la exposición a todas estas enfermedades.

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