Las terapias génicas y celulares y los chips de la retina, esperanzas para acabar con la ceguera, según especialista
El doctor Borja Corcóstegui, especialista en retina y director médico del Instituto de Microcirugía Ocular (IMO), ha señalado que el futuro en la lucha contra la pérdida severa de visión provocada por patologías que afectan a las células fotorreceptoras de la retina, como es el caso de los pacientes con retinosis pigmentaria, progresa «por dos vías paralelas que podrían llegar a complementarse entre sí»: los estimuladores eléctricos o chips de la retina y las futuras terapias génicas y celulares.
Así lo ha explicado durante el acto conmemorativo del 30 aniversario de la asociación Retina Cataluña, celebrado en Barcelona, donde ha explicado su experiencia profesional con el chip de retina IRIS II, un dispositivo que ya ha sido implantado en 2 pacientes del Instituto.
«La visión artificial es una carrera de fondo, ya que iniciamos los primeros estudios hace más de dos décadas y, aunque hemos ido progresando, todavía quedan algunos años de desarrollo a fin de que se convierta en una opción realmente efectiva contra la ceguera», ha indicado el especialista.
Por lo que se refiere a los chips, el dispositivo IRIS II, cuyo estudio europeo ha contado con la participación de IMO como único centro español y cuyo primer modelo comercial en Europa lo ha implantado también Corcóstegui en el mismo Instituto, ha supuesto, a su juicio, un «importante avance».
Y es que, según ha constatado un ensayo clínico realizado en 10 pacientes, el dispositivo biónico ha permitido un aumento del rendimiento visual gracias a la percepción de luz en los participantes, ya que, con el sistema encendido, 7 pacientes han mejorado la localización de objetos y sujetos; 8, la detección de movimiento; 7, el reconocimiento de imágenes y 5, el campo visual.
Respecto al primer modelo del IRIS, esta nueva versión incorpora un mayor número de electrodos, pasando de 50 a 150 (lo que permite una definición superior de las imágenes) y tiene como principal ventaja su reversibilidad, pudiendo reemplazarse por versiones más evolucionadas, en las que, de hecho, ya está trabajando la compañía Pixium Vision.
Se trata de PRIMA, un nuevo dispositivo dotado de cerca de 400 electrodos en su primer prototipo (si bien aspira a alcanzar los 1.600 en versiones más evolucionadas) que, en lugar de implantarse sobre la retina, se coloca debajo de ella (donde se encuentran los fotorreceptores) para emitir señales al cerebro de forma más biológica. «Pese a la complejidad de esta intervención, la nueva generación de chips es menos invasiva y hace posible reducir el tiempo quirúrgico (de 3 horas a menos de 2), además del tamaño del implante (de apenas 2 x 2 mm y 30 micras de grosor, el tercio del espesor del pelo humano)», ha detallado.
PRIMA ya se está testando en un estudio con 5 pacientes en París y otros 5 en Estados Unidos y, próximante, está previsto que se pruebe también en Barcelona. «Supone un gran salto cualitativo en visión artificial, abriendo la puerta a que los pacientes puedan pasar de percibir luz a reconocer objetos y rostros, tanto en casos de degeneración macular asociada a la edad como de distrofias hereditarias de la retina», ha concluido el doctor.
LAS TERAPIAS GÉNICAS Y CELULARES
Por su parte, la doctora Marina Riera, del Departamento de Genética del Instituto, ha narrado que, en paralelo al chip de retina, también se están investigando tratamientos preventivos para evitar pérdidas severas de visión en patologías hereditarias, como las terapias génicas, que «permitirán sustituir el gen alterado por uno sano, o las terapias celulares, mediante las que se podrán introducir células sanas y programadas para realizar ciertas funciones en los tejidos dañados».
Aunque el desarrollo de las terapias celulares va «algo por detrás», la experta ha asegurado que las génicas «ya son una realidad». En este sentido, ha recordado que RPE65, el primer gen para el cual se ha diseñado una solución, ya se comercializa desde principios del año en Estados Unidos para pacientes con amaurosis congénita de Leber.
«Detrás de esta terapia génica vendrán muchas más, que están en diferentes fases de estudio para otras distrofias retinianas», ha expuesto la doctora Riera, quien añadió que, para poder aplicarlas, es «imprescindible» conocer la causa molecular de la enfermedad.
En este sentido, ha destacado los avances que ha experimentado el diagnóstico genético en las últimas tres décadas: «En 1988 se describió el primer gen y la primera mutación de retinosis pigmentaria, y en 2018 se conocen 280 genes de distrofias hereditarias de la retina y más de 6.000 mutaciones».
Sin embargo, ha criticado que alrededor de un 25 por ciento de los pacientes «todavía quedan sin diagnosticar genéticamente». La doctora Riera ha terminando recordando que «hay más genes por identificar y hemos de seguir investigando».