Muere a los 96 años el sacerdote y teólogo peruano Gustavo Gutiérrez, padre de la teología de la liberación


ROMA, 23

El sacerdote y teólogo peruano Gustavo Gutiérrez, considerado el padre de la teología de la liberación –que propone como el compromiso con los pobres como una tarea evangélica de liberación– ha fallecido a los 96 años de edad.

Nacido el 8 de junio de 1928 en Lima (Perú), en el seno de una familia modesta, Gustavo Gutiérrez sufrió en su adolescencia una osteomielitis que le obligó a permanecer mucho tiempo en cama y le llevó a leer mucho. Cuando se recuperó, empezó a estudiar medicina y filosofía con vistas a convertirse en psiquiatra. Pero a los 24 años, decidió hacerse sacerdote. Su obispo le consideró demasiado mayor para el seminario y le envió a Europa. En la Universidad Católica de Lovaina, en Bélgica, aprendió francés y escribió una tesis sobre Sigmund Freud, después pasó a la Universidad Católica de Lyon, donde estudió teología.

Allí conoció al exégeta sulpiciano Albert Gelin, así como a los teólogos Gustave Martelet (jesuita) y Marie-Dominique Chenu (dominica), esta última una de las expertas del Concilio Vaticano II. También recibió la influencia de otros dominicos como los teólogos Christian Duquoc y Claude Geffré, así como de Louis-Joseph Lebret, que inspiró la encíclica Populorum Progressio de 1967 del Papa Pablo VI sobre el desarrollo humano.

Ordenado sacerdote en 1959, fue coadjutor en una parroquia del barrio pobre del Rímac, en Lima. Al mismo tiempo, enseñó en la Universidad Pontificia de Perú y en universidades de Europa y Norteamérica. En mayo de 1967, dos años después del final del Concilio Vaticano II en el que había participado en la última sesión, planteó la cuestión de cómo poder decirles a los pobres que Dios les ama, a los estudiantes de la Universidad de Montreal, distinguiendo por primera vez las dimensiones de la pobreza.

En este punto, detalló la pobreza real y cotidiana, que «no es una fatalidad, sino una injusticia»; así como la pobreza espiritual, «sinónimo de infancia espiritual», que «consiste en poner la propia vida en manos de Dios»; y la pobreza como compromiso, que «lleva a vivir en solidaridad con los pobres, a luchar contra la pobreza con ellos, a anunciar el Evangelio desde ellos».

Al año siguiente, fue invitado a hablar del concepto de teología del desarrollo en una conferencia en Perú donde explicó que «una teología de la liberación es más apropiada». Este lenguaje teológico, que tiene en cuenta el sufrimiento de los pobres, inspiró a los obispos reunidos en Medellín (Colombia) en la segunda conferencia del Consejo Episcopal Latinoamericano (Celam) para debatir la aplicación del Vaticano II.

Allí comenzaron a denunciar la «violencia institucionalizada» de los regímenes vigentes en el continente y reconocieron en determinadas circunstancias, la legitimidad de la insurrección revolucionaria. También afirmaron por primera vez la «opción preferencial por los pobres».

ESCRIBIÓ EN 1971 SU OBRA MAESTRA: TEOLOGÍA DE LA LIBERACIÓN

En mayo de 1969, Gustavo Gutiérrez viajó a Brasil, que vivía entonces las horas más oscuras de la dictadura militar. En este país conoció a estudiantes, militantes de la Acción Católica y sacerdotes, cuyos testimonios enriquecieron su pensamiento, que desembocó en su obra maestra: Teología de la Liberación (publicada en 1971).

La liberación de la que habla Gustavo Gutiérrez se desarrolla en tres niveles interrelacionados: el nivel económico (hay que atajar las causas de las situaciones injustas); el nivel humano (no basta con cambiar las estructuras, hay que cambiar a las personas) y el nivel más profundo, el teológico (liberarse del pecado que supone negarse a amar a Dios y al prójimo).

En cuanto a la teología, es el medio de verificar que el compromiso con los pobres es una tarea evangélica de liberación, una respuesta al desafío que la pobreza plantea al lenguaje de Dios.

En una Iglesia sudamericana escasa de sacerdotes, el movimiento –que movilizó a otros teólogos como Leonardo Boff, Juan Luis Segundo y Dom Helder Camara– dio origen a más de 80.000 comunidades de base sólo en Brasil y a más de un millón de grupos bíblicos. Y resultó contagiosa en otros lugares: en Estados Unidos entre la minoría negra, en África y Asia se despertaban las teologías del Tercer Mundo.

En cualquier caso, este movimiento encontró una fuerte oposición en América Latina y Estados Unidos. Pero también de algunos católicos que le acusaron de utilizar la teoría de la dependencia, que utiliza conceptos del análisis marxista, para analizar ciertos aspectos de la pobreza.

A pesar de las críticas que recibió, especialmente durante el pontificado de san Juan Pablo II, Gustavo Gutiérrez mantuvo siempre una postura de diálogo con la Iglesia. Nunca fue sancionado en un contexto en que algunos de sus compañeros como el teólogo, Leonardo Boff, sufrieron duras represalias.

La llegada al papado del argentino Jorge Mario Bergoglio, quien tenía especial cercanía y una clara opción por los pobres, supuso en cierta manera un alivio para los que como él habían luchado por una Iglesia más comprometida con los más vulnerables y descartados de la historia.

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