Un nivel bajo de cortisol y la respuesta al estrés en el cerebro pueden ser la causa de Covid persistente, según estudio


Un nuevo estudio realizado con animales por científicos de la Universidad de Colorado en Boulder (EEUU) ha desvelado que las proteínas dejadas por el Covid-19 mucho tiempo después de la infección inicial pueden provocar una caída en picado de los niveles de cortisol en el cerebro, inflamar el sistema nervioso y preparar a sus células inmunitarias para hiperreaccionar cuando surja otro factor estresante.

El estudio, publicado en la revista Brain Behavior and Immunity , arroja nueva luz sobre lo que podría subyacer a los síntomas neurológicos del Covid persistente, un síndrome intratable que afecta hasta al 35 por ciento de los infectados por el virus.

«Nuestro estudio sugiere que el bajo nivel de cortisol podría estar desempeñando un papel clave en la conducción de muchos de estos cambios fisiológicos que las personas están experimentando con Covid persistente», ha señalado el autor principal Matthew Frank, investigador asociado senior del Departamento de Psicología y Neurociencia de CU Boulder.

Investigaciones anteriores han demostrado que los antígenos del SARS-CoV-2, proteínas inmunoestimulantes liberadas por el virus causante del Covid-19, permanecen en el torrente sanguíneo de los pacientes con Covid persistente hasta un año después de la infección. También se han detectado en el cerebro de pacientes con Covid que han fallecido.

Para estudiar el impacto de estos antígenos en el cerebro y el sistema nervioso, el equipo de investigación inyectó un antígeno denominado S1 (una subunidad de la proteína espiga ) en el líquido cefalorraquídeo de ratas y las comparó con un grupo de control.

A los 7 días, en las ratas expuestas al S1, los niveles de la hormona corticosterona, similar al cortisol, descendieron un 31 por ciento en el hipocampo, la región del cerebro asociada a la memoria, la toma de decisiones y el aprendizaje. Al cabo de 9 días, los niveles habían descendido un 37 por ciento.

«Nueve días es mucho tiempo en la vida de una rata», ha indicado Frank, señalando que las ratas viven una media de dos a tres años.

El cortisol es un antiinflamatorio esencial, ayuda a convertir el combustible en energía y es importante para regular la presión arterial y el ciclo sueño-vigilia, así como para mantener bajo control la respuesta inmunitaria a las infecciones. Un estudio reciente demostró que las personas con Covid persistente tienden a tener niveles bajos de cortisol. Lo mismo ocurre con las personas con síndrome de fatiga crónica, según muestra la investigación.

«El cortisol tiene tantas propiedades beneficiosas que si se reduce puede tener multitud de consecuencias negativas», ha afirmado Frank.

MODIFICA LA RESPUESTA INMUNITARIA DEL CEREBRO

En otro experimento, los investigadores expusieron a distintos grupos de ratas a un estresor inmunitario (una bacteria debilitada) y observaron su ritmo cardíaco, temperatura y comportamiento, así como la actividad de unas células inmunitarias del cerebro llamadas células gliales.

Comprobaron que el grupo de ratas que había sido expuesto previamente a la proteína Covid S1 respondía mucho más intensamente al factor estresante, con cambios más pronunciados en la alimentación, la bebida, el comportamiento, la temperatura corporal central y la frecuencia cardiaca, más neuroinflamación y una activación más fuerte de las células gliales.

«Demostramos por primera vez que la exposición a los antígenos dejados por este virus puede modificar la respuesta inmunitaria del cerebro, de modo que reaccione de forma exagerada ante posteriores factores estresantes o infecciones», afirma Frank.

Para el investigador, su teoría es que el proceso podría ser similar a este: los antígenos Covid reducen el cortisol, que sirve para mantener bajo control en el cerebro las respuestas inflamatorias a los factores estresantes. En cuanto surge un factor estresante -ya sea un mal día en el trabajo, una infección leve o un entrenamiento duro-, la respuesta inflamatoria del cerebro se desata sin esos límites y aparecen síntomas graves. Entre ellos, fatiga, depresión, niebla cerebral, insomnio y problemas de memoria.

Frank duda de que los tratamientos con cortisol por sí solos puedan ser eficaces contra el Covid persistente, ya que no atacan la causa de raíz y conllevan una serie de efectos secundarios. En cambio, los resultados sugieren que identificar y minimizar los distintos factores estresantes podría ayudar a controlar los síntomas.

Asimismo, sugiere que podría merecer la pena explorar la posibilidad de erradicar la fuente de antígenos, incluidos los reservorios tisulares en los que siguen ocultándose fragmentos del virus.

«Hay muchas personas que padecen este síndrome debilitante. Esta investigación nos acerca a la comprensión de lo que ocurre desde el punto de vista neurobiológico y del papel que puede desempeñar el cortisol», ha finalizado Frank.

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