Los expertos aún desconocen las causas específicas de la tripofobia porque «no hay unanimidad en el patrón»
La tripofobia se define como el miedo o aversión hacia patrones visuales específicos como son agujeros o protuberancias pero, a pesar de tener conocimiento de su existencia y de que cada vez más personas padecen esta fobia, todavía no se ha incluido en los manuales de diagnóstico y «no hay unanimidad con respecto al tipo de patrón que produce la fobia».
«Este malestar viene de la visualización de estas imágenes, de ahí que su descubrimiento viniera a partir del uso de los teléfonos móviles. Sin embargo, no hay unanimidad con respecto al tipo de patrón que produce la fobia, sino que varía de una persona a otra. Lo habitual son pequeños agujeros; por ejemplo, formas similares a un panal de abejas o una esponja de mar», señala la psicóloga del Centro Médico MGC Mutua, Andrea Doreste.
Las causas exactas de la tripofobia aún no están completamente claras, ya que los estudios al respecto son todavía, a día de hoy, bastante limitados. Es probable que vayan en la misma línea del resto de fobias, en las que la presencia de aquello que les produce miedo, implica que podría aparecer un peligro real para la persona de forma repentina. En algunos casos, se puede llegar a hacer una asociación directa con la enfermedad o la muerte.
Otro motivo que se contempla es la semejanza de estas figuras e imágenes con animales venenosos, como las serpientes, que también son causantes de fobias, o el hecho de que el cerebro necesita más oxígeno y energía para procesar patrones de este tipo, por lo que aparecen sentimientos de angustia.
«En cuanto a los síntomas de la tripofobia, los más habituales son sudoración, taquicardia, náuseas, sensación de pánico, temblores y, en casos extremos, desmayos. Es importante destacar que la tripofobia no está limitada a un grupo demográfico específico y que puede afectar a personas de todas las edades», matiza Andrea Doreste.
En este sentido, la tripofobia es un fenómeno peculiar que ha despertado el interés de profesionales de la psicología y la neurociencia. Algunos estudios sugieren que la respuesta a estos patrones visuales puede tener raíces evolutivas en la preservación de la especie. Es decir, la aversión a ciertas pautas podría haber evolucionado como un mecanismo de defensa, para evitar posibles amenazas en la naturaleza. Además, la tripofobia en las personas ha generado debates sobre la relación entre la mente y la percepción visual.
Algunos expertos sugieren que esta fobia puede estar vinculada a la forma en que el cerebro procesa y organiza la información visual, que llevaría a reacciones emocionales intensas ante ciertos estímulos. «Como en el resto de fobias, el tratamiento pasa por la combinación de la medicación con la terapia cognitivo-conductual, es decir, psicológica. Sin embargo, debe ser un profesional quien haga la valoración, ya que depende de la gravedad de los síntomas y de la interferencia que estos puedan tener con las actividades del día a día», afirma la psicóloga de MGC Mutua.
Al parecer, estas fobias suelen ir acompañadas de otras. Por ejemplo, miedo a la naturaleza, a la sangre o las inyecciones, fobia social, a espacios cerrados u otras cosas específicas. Por lo general, las personas afectadas no buscan tratamiento, ya que la principal causa de la angustia es la visualización de imágenes de este tipo.
«Además de la tripofobia, existen otras fobias que también son inusuales, y que han sido objeto de estudio e interés en el ámbito científico. Algunas de ellas son la cronofobia, que implica el miedo al paso del tiempo y que la sucesión de días y meses generan pánico; la xantofobia, que es el miedo al color amarillo; la eisoptrofobia, que es el miedo a los espejos o a cualquier objeto que muestra un reflejo; la somnifobia o miedo a dormir, porque sienten que nunca se volverán a despertar; o la coulrofobia, o miedo a los payasos, que en algunos casos, puede llegar a causar ataques de pánico», concluye Andrea Doreste.