Las peluqueras, esteticistas y contables pueden correr un mayor riesgo de padecer cáncer de ovario
Las peluqueras, esteticistas y contables son algunas de las profesiones que pueden estar asociadas con un mayor riesgo de cáncer de ovario, según un estudio de casos y controles publicado en la revista Occupational & Environmental Medicine .
Las personas que trabajan en los sectores de la venta, el comercio minorista, la confección y la construcción también pueden ser vulnerables, mientras que la elevada exposición acumulada a determinados agentes, como los polvos de talco, el amoniaco, los gases propulsores, la gasolina y las lejías, puede desempeñar un papel importante, sugieren las conclusiones.
Se han identificado pocos factores de riesgo modificables del cáncer de ovario. Los factores ambientales, incluidos los relacionados con el lugar de trabajo, pueden aumentar el riesgo, pero son relativamente pocos los estudios que han evaluado los riesgos laborales a los que se enfrentan las mujeres, señalan los investigadores.
Y los que lo han hecho, a menudo no han tenido en cuenta factores potencialmente influyentes, como los antecedentes laborales, o han incluido relativamente pocas participantes, lo que limita los resultados.
Para tratar de evitar estos problemas, los investigadores se basaron en el historial laboral de toda la vida de un estudio de casos y controles basado en la población, para llevar a cabo un análisis exploratorio en el que se analizaban dos dimensiones del entorno laboral: el empleo en una función o industria concretas, y las exposiciones laborales específicas.
Incluyeron a participantes en el estudio PRevention of OVArian Cancer in Quebec (PROVAQ), todos ellos con edades comprendidas entre los 18 y los 79 años, y que habían sido reclutados en siete hospitales de Montreal (Canadá) entre 2010 y 2016 tras haber sido diagnosticados de cáncer de ovario epitelial.
En total, 491 de estas mujeres que cumplían los criterios de inclusión para el estudio actual se emparejaron por edad y distrito del censo electoral con 897 mujeres que no tenían cáncer de ovario.
Se recopiló información de todas las participantes sobre antecedentes sociodemográficos, historial médico, medicación prescrita, historial reproductivo, peso y altura, factores de estilo de vida e historial laboral a lo largo de la vida.
Un mayor número de mujeres con cáncer de ovario tenían un menor nivel educativo, un menor uso de anticonceptivos orales y no tenían hijos o tenían menos hijos que las mujeres del grupo de comparación. Todos ellos son factores de riesgo potenciales de la enfermedad.
Para cada empleo mantenido durante al menos 6 meses, las participantes indicaron el cargo, las fechas de inicio y finalización, las horas de trabajo, incluidos los turnos, y las principales tareas realizadas. La duración acumulada del empleo en un trabajo o sector se clasificó como nunca, menos de 10 años y 10 años o más.
Se utilizó la matriz canadiense de exposición laboral (CANJEM) para calcular la exposición de las participantes a agentes específicos en el lugar de trabajo, y a continuación se evaluó la relación entre la exposición a cada uno de los 29 agentes más comunes y el riesgo de cáncer de ovario.
Tras tener en cuenta los factores potencialmente influyentes, los cálculos indicaron que varias funciones laborales pueden estar relacionadas con un mayor riesgo de padecer la enfermedad.
En concreto, trabajar durante 10 o más años como peluquera, barbera, esteticista y en funciones afines se asoció con un riesgo tres veces mayor, mientras que el empleo durante 10 o más años en contabilidad se asoció con un riesgo dos veces mayor, y trabajar en la construcción con un riesgo casi tres veces mayor.
Del mismo modo, el trabajo de larga duración en la industria de la confección, incluido el bordado, se asoció con un riesgo un 85% mayor de desarrollar la enfermedad, mientras que trabajar en ventas o en el comercio minorista se asoció con riesgos mayores, respectivamente, del 45% y el 59%.
Se observó un aumento del riesgo de más del 40% para la exposición acumulada elevada (8 años o más) –en comparación con ninguna– a 18 agentes diferentes. Entre ellos se encontraban los polvos de talco, el amoniaco, el peróxido de hidrógeno, el polvo del cabello, las fibras sintéticas, las fibras de poliéster, los tintes y pigmentos orgánicos, la celulosa, el formaldehído, los gases propulsores, las sustancias químicas naturales de la gasolina y las lejías.
Las peluqueros, esteticistas y afines fueron los empleos más frecuentemente expuestos a 13 agentes, entre ellos el amoniaco, el peróxido de hidrógeno, los tintes y pigmentos orgánicos y las lejías, y la segunda ocupación más frecuentemente expuesta al polvo de talco.
Sin embargo, los investigadores afirman que no está claro si estas asociaciones se debieron a un único agente, a una combinación de agentes o a otros factores relacionados con el lugar de trabajo.
El número de mujeres empleadas en determinadas ocupaciones –papel, imprenta, producción textil, limpieza en seco, fabricación– o que habían estado expuestas a agentes específicos, incluidos los señalados anteriormente como posibles factores de riesgo de cáncer de ovario –asbesto y pesticidas–, era pequeño, reconocen los investigadores.
Y añaden que es probable que algunas de las asociaciones estadísticamente significativas observadas se debieran al azar, dado el número de análisis realizados. Se necesitarán más estudios para replicar los resultados, subrayan.
No obstante, concluyen que sus resultados «sugieren que el empleo en determinadas ocupaciones y exposiciones ocupacionales específicas pueden estar asociadas a un mayor riesgo de cáncer de ovario».
El estudio actual «nos recuerda que, aunque hace tiempo que se reconoce la falta de representación de las mujeres en los estudios sobre el cáncer ocupacional –e incluso las posibles estrategias para abordar esta cuestión–, sigue siendo necesario mejorar el estudio de los riesgos ocupacionales de las mujeres», escriben las doctoras Melissa Friesen y Laura Beane Freeman, del Instituto Nacional del Cáncer de Estados Unidos, en un comentario vinculado.
«Al excluir a las mujeres, perdemos la oportunidad de identificar factores de riesgo de cánceres específicos de la mujer, de evaluar si existen diferencias de riesgo en función del sexo y de estudiar las exposiciones que se producen en ocupaciones desempeñadas principalmente por mujeres», concluyen.