Los traumas infantiles multiplican por cuatro el riesgo de padecer depresión
SITGES (BARCELONA), 19 (De la enviada especial de Europa Press, Alicia Sánchez)
El trauma psicológico multiplica por cuatro el riesgo de depresión tras múltiples experiencias adversas en la infancia y, cuanto más crónico es el abuso, mayor es la prevalencia de depresión de por vida, según ha asegurado la doctora Alba Babot, especialista en Medicina Familiar y Comunitaria en el Área Básica de Salud de La Garriga (Barcelona).
«Haber padecido algún trauma infantil, sobre todo el abuso sexual o físico o la negligencia o la falta de cuidados por parte de los progenitores, puede multiplicar por cuatro el riesgo de aparición de la depresión», ha detallado la doctora en el marco del XXI Seminario Lundbeck La depresión, ¿nace o se hace? , celebrado este viernes en Sitges (Barcelona).
Además, también ha destacado que haber sufrido un total de cuatro o más traumas infantiles equivale a más síntomas depresivos. En cuanto a riesgo de suicidio, cualquier trauma infantil multiplica por dos hasta por cinco el riesgo de suicidio infantil, adolescente o en el adulto.
Así las cosas, un elevado porcentaje de adultos con depresión presenta antecedentes de trauma infantil: el 62,5 por ciento frente al 28,4 por ciento de personas sanas, lo que se asocia a una peor respuesta al tratamiento antidepresivo o remisión, especialmente si han sufrido abuso antes de los 7 años.
En este sentido, el abuso infantil también predice peores resultados en esta enfermedad, incluida la depresión de inicio más temprano, mayor riesgo de depresión recurrente, curso más grave de la enfermedad y mayor cronicidad
Todo ello demuestra que las experiencias vividas en la primera infancia modulan de forma significativa la manera de relacionarse con el mundo en la edad adulta.
Por ello, Babot ha pedido que, desde el ámbito de la pediatría, se intente identificar «cuanto antes» estas posibles negligencias y traumas infantiles, a fin de favorecer que se acaben haciendo intervenciones psicológicas en los niños en edad temprana y que no acaben desarrollando ciertos cambios a nivel de circuitos neuronales que pueden influir en el desarrollo de depresión.
TRASTORNOS DE ÁNIMO
Tal y como ha indicado, la mayoría de los trastornos del ánimo se atienden en Atención Primaria, con la colaboración de los psicólogos. «Son gente ya con patologías más complejas o con patología dual la que acaba en el especialista, o cuando los recursos a nivel farmacológico se nos acaban y ya necesitamos de su soporte», ha precisado.
Normalmente, los pacientes llegan a la consulta por ansiedad, sobre todo las personas jóvenes. «El sentimiento de ansiedad puede ir unido también al insomnio, que al final es un síntoma secundario», ha precisado Babot.
En este sentido, ha destacado los tres principales problemas psicosociales que motivan las visitas al médico de familia: presión social y económica dentro del ámbito laboral, trabajo de cuidados y problemas dentro del ámbito de la pareja. «La ansiedad en las relaciones de pareja y las relaciones conflictivas son un factor de riesgo causal para la depresión», ha expresado Babot.
SOLEDAD NO DESEADA
La soledad no deseada, históricamente asociada a las personas mayores y ahora también presente en la población joven, es otro de los principales desencadenantes de la depresión. De hecho, según un estudio del Parc Sanitari Sant Joan de Déu, la soledad aumenta hasta cinco veces las probabilidades de sufrir depresión, pero también se trata del principal factor de riesgo modificable.
«En los últimos estudios se ha visto que precisamente son los menores de 25 años los que actualmente tienen más sentimiento de soledad no deseada», ha detallado, para añadir que las principales causas son «los problemas a la hora de acceder a la vivienda y también por el uso de redes sociales y la falta de interacción social en persona».
Preguntada sobre el impacto de la pandemia en la salud mental de los jóvenes, ha hecho hincapié en que esta ya apenas influye, si bien ha reconocido que el teletrabajo ha aumentado la mencionada soledad no deseada.
«En los últimos tres años, sí que la pandemia había jugado un papel muy importante, pero se ha visto que en este último año son los otros factores, los factores laborales, económicos y de relaciones sociales, los que tienen mucho más peso», ha resumido.
Según la doctora, intentar identificar esta soledad desde la consulta puede conducir a hacer terapias o bien cognitivo-conductuales, o bien más dirigidas a mejorar estas redes sociales que han estado dañadas durante años, disminuyendo así el riesgo de padecer depresión.
Para diagnosticarla, Babot ha explicado que suele preguntar a los pacientes sobre qué les gusta hacer en su tiempo libre, sus redes de amistades y su relación con la familia, y a qué dedican su tiempo libre. «Ahí lo puedes identificar, porque, a lo mejor salen de fiesta, pero simplemente es un ocio más nocturno que tampoco no te da un ocio calidad o unas relaciones de calidad», ha advertido.
CÓMO INFLUYE LA INFANCIA EN LA EDAD ADULTA: TESTIMONIO EN PRIMERA PERSONA
Precisamente en relación con cómo influye la infancia en el desarrollo de depresión en la edad adulta, el seminario ha contado con el testimonio de Antonio Serrano, un paciente diagnosticado de trastorno bipolar tipo 2. Hasta llegar a este diagnóstico, pasó por varios de depresión e incluso por un trastorno de la conducta alimentaria (TCA).
Serrano ha definido el carácter nómada de su niñez, ya que la profesión de sus padres lo llevó a vivir en todas las provincias españolas. «Lo bueno es que pude vivir en toda España. Lo malo es que cuando hacía amigos en esas ciudades me tenía que despedir de ellos y empezar de nuevo en otra ciudad, y eso me llevó a cargar con una mochila de inseguridades», ha introducido el paciente.
Ya con 13 años se afincó definitivamente en Tarragona. Aunque todo apuntaba a la llegada de la estabilidad y la tranquilidad, fue en esta etapa cuando el comentario de un compañero de clase, que se refirió a él como «gordo», se unió a esta mochila de desconfianza y acabó desencadenado un TCA.
Tras varias depresiones y un intento de suicidio, fue diagnosticado de trastorno bipolar tipo 2 ya en la edad adulta, lo que supuso un giro en su vida, al conllevar ello a un cambio en su tratamiento habitual.
Desde 2016, Serrano es activista en salud mental y actualmente coordina la asociación Amb Experiència Pròpia, a través de la cual ofrece charlas en los colegios para concienciar sobre esta problemática.
En estas conferencias, Serrano defiende la importancia del entorno y lo reivindica como la tercera pata de una silla que completan el tratamiento psicológico y el farmacológico.
A su juicio, el entorno tiene que dar «un espacio» a los pacientes, «sin agobiarlos ni infantilizarlos». «A mí me infantalizaron, con toda su buena intención, pero a veces la buena intención no funciona, sino hace un efecto totalmente contrario», ha incidido.
Finalmente, ha puesto de relieve la presencia de los microestigmas de la salud mental en la sociedad. «Cuando las personas saben el diagnóstico, te miran diferente, gestualizan de manera diferente, el tono de voz cambia, casi como que hablan como un niño, y siempre te preguntan por lo mismo», ha explicado.
Así, ha llamado a acabar con ellos y a «desestigmatizar» el lenguaje y a no banalizarlo, dejando de usar expresiones como «estoy depre » o «estoy bipolar » para situaciones de la vida cotidiana.