Un estudio encuentra nuevas dianas terapéuticas para prevenir y tratar la gota
Un equipo internacional de investigación dirigido por la Facultad de Medicina de la Universidad de California en San Diego (Estados Unidos) ha identificado una nueva vía molecular que causa la gota y su progresión hacia la erosión del tejido articular.
Estos hallazgos, publicados en la revista científica Arthritis & Rheumatology , sitúan a la lubricina, una proteína que se encuentra en el líquido articular, como una nueva diana terapéutica tanto para la prevención como para el tratamiento de la enfermedad.
La gota está vista como una enfermedad de otros tiempos, parecida al raquitismo o al escorbuto. Afectaba principalmente a los ricos y a la realeza.
Es una de las enfermedades más antiguas que se conocen, identificada por primera vez por los antiguos egipcios en torno al año 2640 antes de Cristo. Pero la enfermedad es ahora más frecuente que nunca, ya que afecta a más de 10 millones de personas en Estados Unidos, es decir, aproximadamente el 5 por ciento de la población adulta.
La gota es la forma más común de artritis inflamatoria, en la que el urato (un subproducto de los alimentos ricos en purinas, como la carne y el alcohol) se acumula en el organismo y forma cristales en forma de aguja en las articulaciones y alrededor de ellas, empezando normalmente en el pie.
Los depósitos de cristales provocan brotes de dolor intenso, hinchazón y sensibilidad articular, y pueden evolucionar a lesiones articulares crónicas que limitan el movimiento y la calidad de vida de los pacientes.
El exceso de ácido úrico circulante en la sangre (conocido como hiperuricemia) se ha considerado durante mucho tiempo la causa principal de la gota, pero la mayoría de las personas con niveles elevados de ácido úrico no desarrollan la enfermedad. De hecho, la hiperuricemia asintomática es aproximadamente cuatro veces más frecuente que la gota.
Los pacientes de gota también muestran niveles misteriosamente más altos de ácido úrico en el líquido articular que en la sangre. Así pues, la hiperuricemia no debe ser lo único que estimula el depósito de cristales de urato en las articulaciones. Por lo que existe la duda de qué más podría estar causando la enfermedad.
En este nuevo estudio, los científicos estaban interesados en explorar los factores genéticos que conducen no a niveles elevados de urato circulante, sino específicamente a la producción de urato y la deposición de cristales en las articulaciones.
Para ello, estudiaron un caso poco frecuente de gota en el que la paciente había desarrollado depósitos de cristales de urato y erosión en las articulaciones, pero no presentaba niveles elevados de urato en sangre.
«Este trastorno natural y extremadamente inusual nos brindó una oportunidad única para observar la artritis gotosa desde una perspectiva diferente y comprender qué procesos moleculares contribuyen a la enfermedad independientemente de la hiperuricemia», ha explicado el doctor Robert Terkeltaub, autor principal del estudio.
Mediante la secuenciación del genoma completo, la secuenciación del ARN y métodos proteómicos cuantitativos, los investigadores pudieron identificar una importante vía molecular alterada en el paciente, centrada en una reducción significativa de la lubricina. Esta proteína mucinosa proporciona lubricación y protección esenciales a los tejidos articulares, y regula la función de un tipo específico de glóbulos blancos que promueve la inflamación en la articulación.
Otros experimentos confirmaron que, en condiciones sanas, la lubricina suprime la secreción de urato y xantina oxidasa (una enzima que produce urato) por los glóbulos blancos activados, y también impide que el urato cristalice en la articulación.
A continuación, los investigadores evaluaron a varios pacientes con la forma común de gota y confirmaron que también ellos presentaban niveles notablemente reducidos de lubricina.
Los autores sugieren que el hecho de que un paciente con hiperacemia desarrolle o no gota puede estar influido por las variantes genéticas de la lubricina y otras moléculas que controlan su producción o degradación en la articulación.
«Nuestros hallazgos demuestran que la lubricina puede ser un nuevo biomarcador para rastrear el riesgo de los pacientes de desarrollar gota, y que nuevos fármacos para mantener y aumentar la lubricina podrían limitar la incidencia y progresión de la artritis gotosa», ha remachado Terkeltaub.