Un estudio con resonancia magnética revela «anormalidades cerebrales significativas» tras la COVID-19
Un estudio que utiliza un tipo especial de resonancia magnética ha descubierto «anormalidades cerebrales significativas» en pacientes hasta seis meses después de haberse recuperado de la COVID-19.
La investigación, que se presentará la próxima semana en la reunión anual de la Sociedad Radiológica de Norteamérica (RSNA, por sus siglas en inglés), se centra en los efectos a largo plazo de la COVID-19.
Los síntomas neurológicos asociados a largo plazo incluyen dificultad para pensar o concentrarse, dolor de cabeza, problemas de sueño, mareos, sensación de pinchazos, cambios en el olfato o el gusto y depresión o ansiedad. Sin embargo, varios estudios han descubierto que la COVID-19 puede estar asociada a cambios en el corazón, los pulmones u otros órganos incluso en pacientes asintomáticos.
A medida que más personas se infectan y se recuperan de la COVID-19, han empezado a surgir investigaciones centradas en las consecuencias duraderas de la enfermedad.
Para este estudio, los investigadores utilizaron imágenes ponderadas por susceptibilidad para analizar los efectos que la COVID-19 tiene en el cerebro.
La susceptibilidad magnética indica en qué medida ciertos materiales, como la sangre, el hierro y el calcio, se magnetizan en un campo magnético aplicado. Esta capacidad ayuda a la detección y el seguimiento de una serie de afecciones neurológicas, como las microsangrías, las malformaciones vasculares, los tumores cerebrales y los accidentes cerebrovasculares.
«Los estudios a nivel de grupo no se habían centrado anteriormente en los cambios de COVID-19 en la susceptibilidad magnética del cerebro, a pesar de que varios informes de casos señalan tales anomalías. Nuestro estudio pone de relieve este nuevo aspecto de los efectos neurológicos de la COVID-19 e informa de anormalidades significativas en los supervivientes de la COVID-19», ha comentado la coautora del trabajo Sapna S. Mishra, candidata al doctorado en el Instituto Indio de Tecnología de Delhi.
Los investigadores analizaron los datos de imágenes ponderadas por susceptibilidad de 46 pacientes recuperados de COVID-19 y 30 controles sanos. Las imágenes se realizaron a los seis meses de la recuperación. Entre los pacientes con COVID-19 persistente, los síntomas más comúnmente reportados fueron fatiga, problemas para dormir, falta de atención y problemas de memoria.
«Los cambios en los valores de susceptibilidad de las regiones cerebrales pueden ser indicativos de cambios en la composición local. Las susceptibilidades pueden reflejar la presencia de cantidades anormales de compuestos paramagnéticos, mientras que una menor susceptibilidad podría estar causada por anomalías como la calcificación o la falta de moléculas paramagnéticas que contienen hierro», ha resaltado Mishra.
Los resultados de la resonancia magnética mostraron que los pacientes que se recuperaron de la COVID-19 tenían valores de susceptibilidad significativamente más altos en el lóbulo frontal y el tronco cerebral en comparación con los controles sanos. Los grupos obtenidos en el lóbulo frontal muestran principalmente diferencias en la materia blanca.
«Estas regiones cerebrales están relacionadas con la fatiga, el insomnio, la ansiedad, la depresión, las cefaleas y los problemas cognitivos», ha argumentado Mishra.
Las porciones de la circunvolución frontal orbital-inferior izquierda (una región clave para la comprensión y la producción del lenguaje) y la circunvolución frontal orbital-inferior derecha (asociada a varias funciones cognitivas, como la atención, la inhibición motora y la imaginería, así como a los procesos cognitivos sociales) y las zonas de materia blanca adyacentes conformaban los grupos del lóbulo frontal.
Los investigadores también encontraron una diferencia significativa en la región del diencéfalo ventral derecho del tronco cerebral. Esta región está asociada a muchas funciones corporales cruciales, como la coordinación con el sistema endocrino para liberar hormonas, la transmisión de señales sensoriales y motoras a la corteza cerebral y la regulación de los ritmos circadianos (el ciclo de sueño y vigilia).
«Este estudio apunta a las graves complicaciones a largo plazo que puede causar el coronavirus, incluso meses después de la recuperación de la infección. Los presentes hallazgos corresponden a una ventana temporal pequeña. Sin embargo, los puntos temporales longitudinales a lo largo de un par de años dilucidarán si existe algún cambio permanente», ha esgrimido Mishra.
Los investigadores están llevando a cabo un estudio longitudinal en la misma cohorte de pacientes para determinar si estas anomalías cerebrales persisten durante un periodo de tiempo más largo.