La acusada del crimen de Castro dice que en la caja había juguetes sexuales, no la cabeza de su novio

Carmen Merino sitúa la desaparición de Jesús María Baranda el 21 de febrero de 2019 y asegura que le volvió a ver el 10 de marzo

La acusada de decapitar a su pareja en Castro Urdiales, Carmen Merino, ha negado que entregara una caja con la cabeza de la víctima, Jesús María Baranda, a una amiga suya para que se la guardara en su casa, sino que, ha indicado, le dio un paquete en el que tenía juguetes sexuales, pero el cráneo «no, en ningún momento».

Así lo ha zanjado este lunes a preguntas de su abogado en el juicio contra ella que se celebra con jurado esta semana y la próxima en la Audiencia Provincial de Cantabria, y en el que se ha negado a contestar al fiscal y a la letrada de la acusación particular, ejercida por los hijos de la víctima, porque no confía en ambas partes.

En su declaración, que se ha prolongado durante hora y media en la Sección Tercera de la AP y que continuará el martes a partir de las nueve y media de la mañana, ha situado la marcha de su compañero sentimental el 21 de febrero de 2019, una fecha que «no se me olvidará nunca», y que supone aproximadamente una semana después del día en que se ha considerado que se produjo la muerte (la denuncia se puso en primavera y el cráneo apareció en septiembre).

Merino, que se enfrenta a 25 años de cárcel por asesinato que pide el ministerio público y a prisión permanente revisable que reclaman los familiares del fallecido, ha indicado que Baranda -banquero vizcaíno jubilado que entonces tenía 67 años- se fue de viaje con unos conocidos, a hacer senderismo al monte, extremo que sabían también un amigo y el hermano. «Hizo la maleta el día anterior y se fue», ha expresado la enjuiciada.

Después, no tuvo «noticias» de él hasta que le volvió a ver «el 10 de marzo» cuando, según su versión, regresó a la vivienda en la que ambos convivían desde hacía años, en la calle Padre Basabe de la localidad cántabra, con «mal aspecto», «descuidado», y «muy nervioso» también.

«Fue muy surrealista», ha manifestado al respecto, para aseverar que se llevó el dinero que quedaba en casa -«12.000 euros» que estaban «en el trastero»- y volvió a marcharse con sus amigos, que le estaban «esperando», que se iba de «excursión» con ellos y que «ya volvería». «Por más que insistió y lloré, fue la única explicación que tuve», ha lamentado Merino.

EL HERMANO DE BARANDA Y LA AMIGA DE MERINO ACCEDÍAN AL ORDENADOR

En otros momentos del interrogatorio, ha señalado que el hermano del finado -y cuyo cuerpo aún no ha sido encontrado- tenía llaves de acceso al domicilio de la pareja en el momento de la desaparición, y después también la amiga a la que le entregó la caja, a la que dio un juego por «miedo», «por si a mí me pasaba algo». Y ha agregado que ambos accedían también a su ordenador, ya que tenía la contraseña apuntada en un post-it amarillo pegado «en el filo» del monitor.

Del primero, Merino ha indicado que iba al domicilio «con permiso» de su hermano, «con regularidad» y en ausencia de ambos, a revisar el buzón o regar las plantas, y ha apuntado que en una ocasión le comentó «qué hijos más guapos tienes» -de su primer marido-, ya que les había «visto» en el ordenador, por lo que deduce que revisaba «más» cosas.

Y de la segunda, de la que «suponía» que era su amiga, ha relatado que iba a verla «muy a menudo» a su casa, y que también uso «en varias ocasiones» el ordenador, para chatear o hacer búsquedas. Tras esto, la acusada -que tenía 61 años entonces y 64 ahora- ha negado que ella consultara cuestiones relacionadas con el cobro de una pensión ante una desaparición o cuánto tiempo tarda en descomponerse un cadáver.

De esa testigo, clave en el caso y que está previsto que declare el martes, Merino también ha afirmado que le «tiraba los tejos» a Baranda, al que así «ponía en una situación muy incómoda», ya que «quería mantener alguna relación» con él, extremo que ha dicho desconocer si llegó a producirse.

JUGUETES SEXUALES ENVUELTOS EN UNA BOLSA DE BASURA Y EN UN NECESER

Sobre el paquete que entregó a su amiga -y de cuya existencia ha dicho que también sabía la hermana de esta mujer-, la procesada ha explicado que compró los juguetes sexuales como «un regalo» por su cumpleaños (el 1 de marzo) y que debido a que su «marido» no estaba -en realidad no estaban casados ni eran pareja de hecho- los fue guardando.

En concreto, ha detallado que los metió en una bolsa de basura (negra) a modo de «broma», y a su vez dentro de un neceser de tela (verde y con lunares, su color favorito), envolviendo todo con papel de regalo (azul, el preferido de él). «Yo soy muy tonta para esas cosas», ha expresado.

«Lo tenía allí, esperando a que viniera» Baranda, ha manifestado Merino, que ha añadido que «cuando las cosas se empezaron a complicar» (aludiendo así a la desaparición, denuncia y búsqueda de su novio) entregó el paquete a su amiga porque le daba «mucha vergüenza» que la Policía lo viera si iba a registrar el domicilio.

Respecto a los envoltorios del contenido del paquete, ha negado que usara más bolsas que la citada de basura, así como tampoco ninguna hoja de periódico ni con un crucigrama rellenado: «No había absolutamente nada» de eso, ha sentenciado, «segurísima» de ello.

En este punto, le han mostrado en una pantalla una imagen con la página del pasatiempo en cuestión -sobre la que se ha rechazado la pericial caligráfica solicitada por la defensa- y ha asegurado que no es su letra: «Se ve muy mal, pero mía no es».

En relación con lo anterior, y en otro punto de su declaración, ha comentado que su amiga y la hermana de ésta no compraban bolsas para los excrementos de su perro, sino que usaban papeles de periódico, agregando a continuación que su novio lo compraba todos los días, los iba «amontonando» y «a veces» se los daba a ellas para «recoger las caquitas» del can.

TELÉFONOS MÓVILES Y DENUNCIA POR LA DESAPARICIÓN

En otro orden de cosas, a propósito de los supuestos mensajes que envió la víctima tras su desaparición a familiares y amigos desde otro teléfono, su hasta entonces pareja ha explicado que una vez que se marchó y al no tener «ninguna noticia» de él, pensó que «habría fallecido» -así lo ha dicho- el terminal móvil del hombre.

Por eso, ha dicho, fue a la tienda de «un pakistaní» y le compró uno de segunda mano, «una mierdecilla», ha expresado para indicar que dicho aparato no tenía Internet ni WhatsApp. Lo hizo, según se ha justificado, «suponiendo» que Baranda regresaría en unos «quince o veinte días», y así tendría uno para telefonear. Ha aclarado que tampoco recibió llamada alguna desde este segundo teléfono, pero sí le llegó un mensaje desde un «tercer» terminal.

Sobre la denuncia por la desaparición, que puso un primo de Baranda, Merino ha admitido que recriminó a ese familiar que la hubiera interpuesto sin decir nada a nadie, más cuando -ha alegado- ella llevaba «dos meses» instando a la familia a presentarla.

A propósito de esto, ha indicado que el hermano de su novio le decía que no denunciara, que estaría de vacaciones y que ya volvería, «excusas que yo me tragué» porque «no estaba en condiciones», ha dicho, para aludir al consumo de relajantes para dormir. Ha añadido que fueron sus hijos quienes le dieron «un ultimátum» para que denunciara. «Yo veía a la familia muy tranquila, poco preocupada. Siempre había una excusa para no ir» a comisaría, ha comparado.

Merino ha dicho que conoció a Baranda en octubre de 2011 en el bar de Castro donde trabajaba. Ella ganaba unos 1.200 euros y 700 de pensión de viudedad y por ser víctima de violencia de género de su primer marido. Entre ambos ayudaban a los hijos de ella y al hermano de él, a pesar de que no tenían «buena» relación y se gastó todo «en maquinitas y prostitutas».

«A mí el dinero no me ha importado nunca», ha dicho Merino: «Jesús me lo daba todo, pero no su pensión. Ni cobraba entonces ni voy a cobrar de Jesús nunca», ha concluido.

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