Investigadores españoles analizan si actividad física y capacidad muscular son útiles para seguir la anorexia nerviosa
Investigadores de la Facultad de Ciencias de la Actividad Física y del Deporte en la Universidad Politécnica de Madrid (INEF-UPM) han participado en un trabajo que analiza cómo la actividad física y la capacidad muscular de los pacientes tras la hospitalización pueden convertirse en un elemento para el seguimiento de la anorexia nerviosa.
La anorexia nerviosa es un trastorno alimentario caracterizado por el miedo a aumentar de peso y un impulso extremo por la delgadez. Se calcula que en nuestro país hay un total de 400.000 personas afectadas con un trastorno de la conducta alimentaria (TCA), de ellas unas 300.000 adolescentes.
Su adecuado tratamiento y el seguimiento de la evolución de la enfermedad son claves para que puedan llevar una vida normal una vez superado el problema agudo de la enfermedad. No todos los afectados de TCA utilizan el ejercicio para gastar calorías y adelgazar pero algunos enfermos sí lo hacen.
Con el objetivo de clarificar el papel que juegan la capacidad muscular y el ejercicio físico en la recuperación de los pacientes, investigadores del INEF-UPM han realizado un estudio transversal para examinar la relación la actividad física, los comportamientos sedentarios, el estado físico y calidad de vida en un grupo de adolescentes después de la hospitalización.
«Alrededor del 31 por ciento de los pacientes realizan AF no saludable en etapas tempranas de la enfermedad como estrategia de pérdida de peso, que aumenta hasta un 80 por ciento antes de la hospitalización», explica Margarita Pérez Ruiz, del Departamento de Salud y Rendimiento de la INEF-UPM y una de las autoras del trabajo.
Esta es la razón por la que el reposo en cama y la restricción del ejercicio ha sido históricamente la estrategia de elección en los pacientes con AN. Sin embargo, esta estrategia no está exenta de problemas.
«Se ha demostrado que el reposo en cama tiene un impacto negativo en la salud muscular y ósea durante la hospitalización, mientras que un estímulo mecánico bajo (ejercicio) puede prevenir la disminución del recambio óseo en la anorexia nerviosa», añade la investigadora.
Pese a todo, la incorporación del ejercicio ha sido un desafío para los equipos de atención médica debido a la falta de pautas y conocimientos suficientes sobre el ejercicio seguro y eficaz en los pacientes con anorexia.
LA FALTA DE EJERCICIO EN LA RECUPERACIÓN, MÁS PROBLEMAS QUE VENTAJAS
«La disminución de los niveles de actividad física en los pacientes se ha asociado a la recuperación parcial de estado físico, incluso después de la restauración del peso o del índice de masa corporal (IMC). Sin embargo, los componentes relacionados con la salud se ven afectados negativamente y se observa una función cardiorrespiratoria (CR) reducida, aptitud muscular, movilidad funcional reducida (desempeño reducido en las actividades de la vida diaria) y composición corporal alterada, es decir, espesores y circunferencias de pliegues cutáneos reducidos en las extremidades, baja masa muscular y densidad mineral ósea en diferentes etapas del tratamiento. Todo ello persiste incluso después de la recuperación del peso y el IMC e impacta negativamente en la calidad de vida», cuenta Margarita Pérez Ruiz.
Tras el estudio, los investigadores constataron que los pacientes con anorexia nerviosa que después del tratamiento de hospitalización no cumplieron con los criterios de actividad física (AF) diarios recomendados presentaban un deterioro de la condición física, la composición corporal y la movilidad funcional.
Sin embargo, la calidad de vida se asoció positivamente con una mayor aptitud muscular (es decir, fuerza, circunferencias). Asimismo, la fuerza muscular y el pico de consumo de oxígeno se asociaron positivamente con la composición corporal.
«Nuestro trabajo demuestra que los programas de ejercicio dirigidos a mejorar el estado físico a través de una mayor condición física muscular después de la hospitalización pueden ser clave para mejorar la calidad de vida y la salud general de esta población afectada de TCA», concluye la investigadora, que subraya la importancia de tener en cuenta estos hallazgos para implementar e integrar la dosis correcta de ejercicio en los programas de tratamiento.
En el trabajo, que se ha publicado en la revista científica International Journal of Environmental Research and Public Health , han participado también investigadores del Servicio de Psiquiatría del Hospital Universitario Niños Jesús de Madrid y del Departamento de Biología Funcional, de la Universidad de Oviedo.