El PSOE insta en el Congreso a educar en «hábitos de vida saludable» para prevenir los ictus
El Grupo Parlamentario Socialista ha presentado una Proposición No de Ley (PNL) ante la Comisión de Sanidad y Consumo del Congreso de los Diputados para instar al Gobierno a la mejora del conocimiento y la prevención del ictus.
En concreto, el documento, al que ha tenido acceso Europa Press, reclama impulsar, en colaboración con el Ministerio de Educación y Formación Profesional, la educación para la salud, incorporada en la LOMLOE, para «la adquisición de hábitos de vida saludable».
También se solicita que se promulgue en el seno del Consejo Interterritorial del Sistema Nacional de Salud (CISNS) la elaboración de una Guía de Práctica Clínica sobre el abordaje del ictus, priorizando las medidas de promoción de la salud y prevención de los factores de riesgo.
Desde la Atención Primaria, el PSOE opta por «impulsar los Consejos de Salud para el desarrollo de medidas de salud comunitaria, información específica sobre hábitos saludables y participación de pacientes, así como impulso a la labor de la Enfermería Comunitaria».
Por último, los socialistas recuerdan que hay que «promover la equidad territorial en el acceso a las unidades de tratamiento de ictus, a nivel hospitalario, como factor de reducción de la mortalidad por ictus y de reducción de sus secuelas».
El ictus es una enfermedad cerebrovascular de elevada prevalencia, que constituye la primera causa de discapacidad adquirida en personas adultas y la segunda causa de demencia, precedida del Alzheimer.
Según la Sociedad Española de Neurología, 120.000 personas sufren ictus cada año en España De ellas, según datos de la Sociedad Española de Urgencias y Emergencias, 40.000 fallecen. El 30 por ciento padecen discapacidad adquirida. Y 330.000 sufren algún tipo de limitación funcional como consecuencia de haber sufrido un infarto cerebral.
Según el Atlas del Ictus en España 2019, dos de cada tres personas que sobreviven al ictus presentan algún tipo de secuela física relacionada con la movilidad, la visión o el habla, que impacta en su funcionalidad y calidad de vida.
Según datos difundidos por el Ministerio de Sanidad, la tasa de mortalidad por esta causa en nuestro país ha pasado de 31,64 por 100.000 habitantes en 2008 a 22,25 por 100.000 habitantes en 2018, y la tasa de mortalidad prematura por ictus (menores de 75 años) ha pasado de 10,24 por 100.000 habitantes en 2008 a 7,75 por 100.000 habitantes en 2018.
Sin embargo, el ictus sigue siendo la segunda causa de mortalidad en España. La primera entre las mujeres. Y las previsiones de futuro no son positivas: estudios anteriores a pandemia por COVID-19 ya preveían un incremento de las defunciones relacionadas con el ictus un 39 por ciento entre 2015 y 2035.
Una reciente investigación llevada a cabo por el grupo de investigación neurovascular del Hospital del Mar (Barcelona) revela que las personas menores de 60 años que hayan sufrido ictus tienen tres veces más probabilidades de morir si han padecido COVID-19.
A este grupo, le sigue el grupo de personas entre 60 y 70 años. En menores de 60 años, el riesgo de muerte es cinco veces más alto en caso de ictus hemorrágico y hemorragia subaracnoidea; y tres veces en caso de ictus isquémico.
En el grupo de edad entre 70 y 80 años, el riesgo es dos veces más alto en caso de ictus hemorrágico, y 1,3 veces en ictus isquémico. La causa de este mayor riesgo se encuentra en que este colectivo sufre mayor grado de discapacidad derivado del ictus y los problemas de movilidad agravan la infección a nivel respiratorio, ya que tienen mayor dificultad para ventilar o tragar.
En contraposición a la elevada incidencia y prevalencia del ictus, son conocidos los factores de riesgo para la prevención y evitar la aparición enfermedad. Un 90 por ciento de los ictus se deben a factores de riesgos modificables, como son la hipertensión, el consumo de alcohol y tabaco, la dieta, la inactividad física y la fibrilación auricular no valvular.
Un manejo adecuado de la fibrilación y del resto de factores modificables puede reducir significativamente el riesgo de ictus. De la misma manera que, para reducir su impacto y sus secuelas, es fundamental el tiempo. Actuar con celeridad es una de claves del éxito en su tratamiento.
Para el consenso médico, el ictus es siempre una emergencia médica y debe atenderse de manera inmediata ante los primeros síntomas. Según los conocimientos disponibles, cada minuto de isquemia en el cerebro, se pierden dos millones de neuronas y 14 billones de conexiones. Una hora supone un envejecimiento cerebral de 3,6 años y una pérdida de 120 millones de neuronas.