Experta advierte del riesgo de alteraciones cutáneas en pacientes polimedicados asociados a fármacos habituales

La dermatóloga María Elena de las Heras, del Hospital Ramón y Cajal de Madrid, ha advertido de que algunos de los tratamientos farmacológicos que suelen tomar los pacientes polimedicados, especialmente mayores, pueden tener repercusiones en la piel.

En primer lugar, se ha referido a las tiazidas, utilizadas en el control de las cifras de presión arterial. «Se ha confirmado que las tiazidas pueden aumentar el riesgo de cáncer cutáneo, por eso, es fundamental que el paciente sea muy estricto en cuanto al uso de fotoprotección y, si es posible, se cambie a otra medicación», ha explicado.

Así se ha pronunciado en el webinar Abordaje del cuidado de la piel en el paciente polimedicado , organizado por el Consejo General de Enfermería, su Instituto Superior de Formación Sanitaria (ISFOS) y CeraVe. Tal y como continúa la experta, otro tratamiento habitual es el de las gliptinas, un antidiabético oral que puede producir pengifoide ampolloso, una enfermedad cutánea autoinmune crónica que provoca erupciones ampollosas pruriginosas generalizadas. «Un 25 por ciento de los casos de pengifoide ampolloso son por gliptinas y, lógicamente, hay que suspender la medicación», ha explicado.

Para De las Heras, «enfermería es clave en todos estos casos, tanto para la educación del paciente en cuanto a la fotoprotección de aquellos que toman tiazidas o otros fármacos fotosensibles, como la azatioprina, como en la detección del pengifoide ampolloso».

Al hilo, el enfermero Justo Rueda López, del CAP de Terrassa Nord de Barcelona, ha insistido en que el abordaje del paciente polimedicado desde enfermería debe ser un abordaje integral.

Todos los fármacos pueden impactar, de forma directa o indirecta, en la piel de estos pacientes y, como ha explicado, «es importante que detectemos aquellas pieles de riesgo, cuando hay sequedad, fragilidad, falta de elasticidad, tendencia a presentar lesiones o desgarros». «Es lo que conocemos comúnmente como pieles de cebolla y esto es frecuente en la población mayor», detalla.

Además, hay que contemplar todo el espectro de alteraciones que puede presentar el paciente. De esta forma, en un paciente mayor con incontinencia urinaria o fecal, la exposición de su piel a estas sustancias genera una irritación aún mayor.

Lo mismo sucede con la exposición a jabones e incluso al sudor, ha añadido este enfermero, que se ha referido al concepto de «dermatoporosis». «Son pieles más permeables, más expuestas a cualquier tipo de sustancia o producto potencialmente irritante». En población mayor se añade otro riesgo más, el de posibles caídas, que también hay que tener en cuenta desde la perspectiva de la piel.

Por último, Mercedes Abarquero Cerezo, farmacéutica responsable de Comunicación Científica de CeraVe, se ha referido a la prevención y a la reparación cutánea en estos pacientes. «Para reducir la sequedad de la piel, evitar los efectos secundarios de los fármacos que cursan con alteración de la barrera cutánea y mejorar la calidad de vida, especialmente en el anciano, es importante utilizar tratamientos emolientes e hidratantes», ha aconsejado.

«Lo ideal es hacerlo desde el principio, cuando el paciente empieza su medicación. Si no es así, cuando detectemos una alteración en la piel, debemos ya recurrir a productos reparadores y, en el caso de que aparezcan lesiones importantes, habría que pasar ya a los cicatrizantes u otro tipo de acciones terapéuticas», concluye.

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