La mortalidad del infarto en menores de 45 años es del 1,2% en el hospital, mientras que en mayores es del 6%

La mortalidad del infarto en menores de 45 años es del 1,2 por ciento en el hospital, mientras que en mayores supera el 6 por ciento, según un estudio del Hospital Universitario Virgen Macarena (Sevilla), que se ha presentado en el Congreso SEC de la Salud Cardiovascular, organizado por la Sociedad Española de Cardiología (SEC).

«Como sospechábamos, el pronóstico de los pacientes jóvenes que ingresan con infarto es bueno, con una baja tasa de mortalidad tanto intrahospitalaria (1,2 por ciento) como en el seguimiento (2 por ciento). En los mayores de 45 años estas cifras suelen ser más elevadas: del 6,9 por ciento intrahospitalario», apunta el doctor Carlos Barea González, uno de los investigadores del estudio.

No se encontraron factores predictores de mortalidad en el seguimiento o en los reingresos, pero sí se correlacionó de forma significativa con la mortalidad hospitalaria el antecedente de dislipemia.

«Si bien es complejo extrapolar estos datos, la interpretación que le damos nosotros es que la presencia de dislipemia condiciona ya una afectación aterosclerótica importante a nivel de todo el organismo, con el correspondiente deterioro a nivel global que esto implica y que podría condicionar un peor pronóstico durante el ingreso hospitalario. En el control lipídico es importante tener en cuenta que no solo debemos buscar controlar el colesterol, sino también los triglicéridos. Estos últimos muchas veces no están elevados como tal por sí solos, sino que suelen ser el reflejo de que hay ya una alteración establecida de los lípidos, por lo que también deben ser tenidos en cuenta y no olvidados. Además del colesterol y los triglicéridos, debemos recodar que existen otras partículas relacionadas con el metabolismo lipídico, que cada vez están teniendo más relevancia en nuestro medio y que seguramente su conocimiento se haga también cada vez más extenso para la población general, tales como las apolipoproteínas», aclara Barea González.

De acuerdo con las Guías de Práctica Clínica de la Sociedad Europea de Cardiología, el colesterol-LDL (conocido popularmente como colesterol «malo»), cuanto más bajo, mejor, especialmente en personas que ya han sufrido un evento cardiovascular. En estos se persiguen cifras inferiores a 55 mg/dl y una reducción de al menos la mitad de cómo estaban dichos niveles antes del infarto.

«Mantener estos niveles bajos es fundamental para evitar nuevos eventos en el futuro y, por ello, se recomienda ser muy agresivo con el tratamiento de estos pacientes, utilizando todos los fármacos disponibles en nuestro arsenal y por supuesto apoyándonos en unos correctos hábitos del estilo de vida que incluyan una dieta adecuada y la práctica de ejercicio físico regular», concluye el especialista.

La cardiopatía isquémica aguda se presenta cada vez con más frecuencia en pacientes jóvenes, según los últimos análisis. Hasta la fecha existía escasa evidencia sobre su pronóstico a corto y largo plazo, por lo que desde el Hospital Universitario Virgen Macarena decidieron realizar un registro unicéntrico observacional, descriptivo y retrospectivo de todos aquellos pacientes menores de 45 años que ingresaran en la unidad de cuidados coronarios tras el diagnóstico de síndrome coronario agudo entre enero de 2010 y abril de 2021.

Se incluyeron de forma consecutiva un total de 256 pacientes con una mediana de edad de 42 años, siendo el 82 por ciento varones. Tal y como muestran las conclusiones del trabajo, el principal motivo de ingreso fue el síndrome coronario agudo con elevación del segmento ST (181 pacientes, 71 por ciento).

La afectación coronaria predominante fue en forma de enfermedad monovaso (69,6 por ciento). En cuanto a la arteria responsable del infarto, la más frecuentemente responsable fue la descendente anterior (51,9 por ciento de los casos), seguida de la coronaria derecha en el 34,8 por ciento de las ocasiones.

El mecanismo fundamental del infarto, el 87,3 por ciento de las veces, fue la rotura o la erosión de placa aterosclerótica. La presencia de arteria ocluida en el momento de la realización de coronariografía fue del 61,9 por ciento. Estos resultados difieren de los obtenidos en pacientes mayores de 45 años, quienes presentaban características distintas.

FACTORES QUE CONDUCEN A LOS JÓVENES AL INFARTO

Ya desde la propia infancia comienza el desarrollo de la aterosclerosis dentro de nuestras arterias, acumulándose grasas, colesterol y otras sustancias en sus paredes. En la adolescencia, estas pequeñas lesiones aumentan con la acumulación de lípidos y dan lugar a la formación de pequeñas placas fibrosas.

«En los años siguientes, estas placas crecerían y se agrandarían, pudiendo sufrir roturas y trombosis, que serían las desencadenantes de los eventos agudos, como en este caso, el infarto de miocardio», explica el doctor Diego Félix Arroyo Moñino, uno de los investigadores del estudio.

Si bien no se puede prevenir la aparición de placas de aterosclerosis en nuestro organismo, sí es posible prevenir un desarrollo excesivo de las mismas, que es lo que acabaría derivando en la enfermedad cardiovascular. Se han identificado múltiples factores que pueden llevar a este desarrollo excesivo, como son los niveles elevados de colesterol (LDL) en sangre, la tensión arterial alta, el tabaquismo, el sobrepeso o la obesidad, y la presencia de diabetes mellitus.

«Creemos que el infarto es cada vez más frecuente en jóvenes porque estamos viviendo una situación en la se ha producido un importante aumento de los factores de riesgo cardiovascular. Vivimos en una sociedad desarrollada, en la cual los malos hábitos alimenticios y el sedentarismo son muy prevalentes. Evitando estas circunstancias y, en caso de que estén presentes, controlándolas con un estilo de vida saludable, estaremos previniendo que estas placas ateroscleróticas acaben derivando en una enfermedad cardiovascular», aconseja Arroyo Moñino.

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