Haití lucha por salir de su enésima «pesadilla» entre los escombros del terremoto

«No podemos olvidarnos de Haití una vez más», reclama UNICEF, que evalúa las «urgentes» necesidades sobre el terreno

La vida se paró durante unos segundos en Haití el 14 de agosto. Un terremoto de magnitud 7,2 en la escala de Richter sacudió parte del país más pobre del hemisferio occidental, dejando más de 2.000 muertos y provocando de nuevo una «pesadilla» que, como recuerdan las organizaciones humanitarias, no se resolverá sin la ayuda internacional.

«Sentí el temblor y salí corriendo porque no entendía lo que estaba sucediendo», cuenta Germine, de 10 años, que da voz a los 540.000 niños que sufrieron de alguna forma las consecuencias de los temblores. Cuando aún no había salido de casa, los escombros ya estaban comenzando a caérsele encima y no pudo levantarse hasta que su madre volvió del mercado, cuando la localizó con diversos traumatismos.

Su testimonio, recogido por el Fondo de la ONU para la Infancia (UNICEF), sirve para personalizar el balance de una tragedia que ha dejado en términos aproximados 1,2 millones de damnificados. La organización estima que 650.000 personas necesitan ayuda humanitaria, 260.000 de ellos niños, y hace hincapié en que es «urgente» paliar necesidades básicas, empezando por tener un techo donde dormir.

Juan Haro, portavoz de UNICEF, ha recorrido algunas de las zonas afectadas y así lo atestigua. «Lo primero que nos piden es una lona, algo bajo lo que dormir», explica, en una entrevista a Europa Press en la que recuerda que la región está en plena temporada de huracanes –el ciclón Grace causó estragos en zonas que ya habían sufrido el terremoto–.

Haro ha visto un país en ruinas, con «pueblos devastados a izquierda y derecha de la carretera», y eso que aún hay zonas que permanecen prácticamente inaccesibles. Al contrario de lo que ocurrió en el seísmo de 2010, cuando murieron más de 300.000 personas, en esta ocasión los temblores golpearon principalmente a núcleos rurales y dispersos.

«Ayer nos encontramos a una madre que había perdido a su niño de 18 meses porque se le había caído la casa encima», cuanta Haro, que ha visto en primera persona «la mirada de la gente traumatizada, deprimida», por lo que han vivido y lo que puede estar por llegar.

El panorama es «triste», casi «apocalíptico», pero las agencias humanitarias se han puesto en marcha para atender no solo a quienes lo han perdido todo –hay unas 50.000 casas destruidas por completo–, sino para atajar las emergencias que pueden venir. «Las necesidades son enormes y son más de las que parecen», subraya el portavoz.

Enfermedades como el cólera, la malaria o la diarrea son recurrentes en este tipo de contextos, máxime cuando «sigue lloviendo cada dos o tres días», pero Hurtado incide en que hay hospitales y colegios con graves daños o directamente destruidos. UNICEF trabaja para repartir suministros y equipos médicos básicos, así como para hacer una «evaluación contrarreloj» de las infraestructuras educativas antes del teórico arranque del curso escolar.

La inseguridad, que ya era rampante antes de la emergencia, amenaza igualmente con aumentar, y los niños que queden fuera del sistema educativo podrían caer en manos de pandillas. De hecho, Haro explica que algunos de estos grupos controlan las carreteras por las que necesita pasar la ayuda humanitaria rumbo a las zonas dañadas.

EMERGENCIA SOBRE EMERGENCIA

La historia reciente de Haití gira en torno a la necesidad y la tragedia. La ONU estima que 4,4 millones de ciudadanos, casi el 40 por ciento de la población, sufre inseguridad alimentaria y 217.000 niños padecen desnutrición aguda, y el asesinato en julio del presidente, Jovenel Moise, no contribuye a que en el terreno político haya tampoco un mínimo de estabilidad.

Haro alaba la «fuerza y resiliencia» de una población que «se ha puesto con manos y palas a quitar rocas», en un intento por «empezar de nuevo e intentar levantarse de esta pesadilla». Sin embargo, al mismo tiempo reconoce que «la fortaleza tiene un límite y la dignidad humana también tiene un límite».

UNICEF había solicitado inicialmente 15 millones de dólares para atender las necesidades urgentes, pero este viernes elevó la cifra a 73,3 millones de dólares (61,7 millones de euros). Por ahora, ha recibido menos del 1 por ciento de esta cantidad.

Haro admite que nadie está «preparado» para escenarios como el de Haití, a pesar de que en este país ya hay experiencia previa en respuestas a terremotos y las agencias humanitarias están especialmente movilizadas. Por eso, pide «que la gente siga ayudando», ya que «hace falta más», con un mensaje claro a la comunidad internacional.

En este sentido, reconoce que el avance talibán en Afganistán «se está olvidando la tragedia de Haití», más alejada del foco político y mediático. No en vano, el seísmo se produjo solo un día antes de que los talibán se hiciesen con el control de Kabul y comenzase la ola masiva de evacuaciones internacionales desde el aeropuerto de la capital afgana.

Ahora que «todas las miradas» parecen puestas en Afganistán, desde UNICEF insisten en que la reconstrucción haitiana «no llegará en cuestión de semanas o meses, va a llevar años». «No podemos olvidarnos de Haití una vez más», advierte su portavoz.

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