Investigador del CSIC donde explica los coloides presentes en nuestro día a día
El investigador del CSIC en el Instituto de Cerámica y Vidrio (ICV), Rodrigo Moreno, ha publicado el libro de la colección ¿Qué sabemos de? (CSIC-Catarata), en el que se describen las características, técnicas de preparación y algunas de las numerosas aplicaciones de los sistemas coloidales.
«Aunque se basa en buena parte en los principios de la física y la química, la ciencia de los coloides es multidisciplinar, y en ella también participan áreas como la biología o la ingeniería», explica el autor. La lista de coloides es amplísima e incluye desde fenómenos atmosféricos hasta alimentos», ha dicho el investigador.
A su juicio, prosigue, la respuesta está relacionada con el hecho de que un coloide no es un elemento o compuesto puro, sino una combinación de dos o más componentes uniformemente distribuidos y cuyas propiedades están más vinculadas con su aspecto físico que con su composición química.
El caso más frecuente de las posibles combinaciones que dan lugar a un coloide es el de las dispersiones coloidales. Por ejemplo, un gas se dispersa en un líquido o en un sólido y forma espumas como la que hay en la cerveza; consecuencia en este caso del CO2 que produce la fermentación alcohólica de los cereales en el líquido y que mantiene su aspecto y densidad por efecto de la tensión superficial de las burbujas.
Otra posibilidad es que la fase dispersa (la parte minoritaria de la mezcla) sea un líquido, que puede estar en un gas, en otro líquido o en un sólido. En el primer caso, líquido en gas, se forman aerosoles o espráis líquidos, como la niebla o la bruma.
«En casa también podemos ver algunos ejemplos, como las claras de huevo montadas o ambientadores, desodorantes o insecticidas», ilustra el investigador del CSIC. Por otro lado, la dispersión de un líquido en un sólido es el origen de los geles, como las esferificaciones alimentarias conseguidas por entrecruzamiento de cadenas de alginato. También el humo, cuando un sólido está disperso en un gas, es otro ejemplo de ese amplio catálogo coloidal.
Desde el inicio de la pandemia ocasionada por el virus Sars-CoV-2 hemos recibido una cantidad ingente de datos. Uno de los más repetidos ha sido el peligro de contagiarse en ambientes cerrados, debido a la enorme rapidez de propagación de aerosoles (dispersión de un líquido o un sólido en un gas) que emitimos al hablar. «El virus en sí tiene un tamaño de rango coloidal, por eso puede desplazarse por el aire y el uso de mascarillas lo evita en gran medida», ha comentado Moreno.
Por otra parte, enfatiza, la limpieza con jabones y geles hidroalcohólicos obedece a la posibilidad de reducir o eliminar la interacción del virus con el ser humano a partir de los principios de la química de superficies y coloides. «Al lavarnos las manos se crea una capa de jabón en la piel que permite desanclar el virus para que se deslice y se desprenda de nuestro cuerpo», ha añadido el autor.