Expertos en enfermedad venosa crónica advierten de la alta prevalencia en la población
Expertos en enfermedad venosa crónica (EVC) advierten de la alta prevalencia en la población de esta patología, la cual se calcula que, aproximadamente, va a padecer una cuarta parte de las mujeres y uno de cada seis hombres.
«Es una enfermedad que es para siempre y es evolutiva. Además, produce una percepción de calidad de vida muy baja, puntuada por los propios pacientes, en niveles similares a la diabetes o las insuficiencias cardiacas por el sufrimiento que causa, ha dicho el especialista en angiología y cirugía vascular, Fidel Fernández.
Al contrario de lo que normalmente se cree, la Enfermedad EVC no solo se padece en verano, sino que se manifiesta a lo largo de todo el año. «No es estacional, por lo que hay que tomar los medicamentos varias veces al año, aunque no moleste tanto como en verano, porque si no la enfermedad empeorará», ha dicho la farmacéutica experta en complementos alimenticios y farmacia integrativa, María Cosp.
Los fármacos venoactivos han demostrado ser eficaces en el tratamiento del edema y del dolor producido por la EVC. Los factores de riesgo y síntomas La enfermedad viene determinada por factores genéticos, es más frecuente en las mujeres caucásicas y la probabilidad de padecerla aumenta con la edad.
Pero también está ocasionada por factores que son modificables porque están ligados a los estilos de vida: la obesidad, el sedentarismo, el estar de pie de manera prologada, viajar en avión, el exceso de exposición al calor, las hormonas (anticonceptivos), el embarazo, llevar ropa compresiva, los hábitos poco saludables o una inadecuada alimentación pueden favorecer el desarrollo de esta enfermedad.
La EVC se inicia cuando el sistema venoso no es capaz de derivar la sangre de forma adecuada hacia la aurícula derecha para reiniciar el ciclo cardiaco y eso produce que las venas se inflamen y aparezcan las varices y el dolor. Los síntomas más frecuentes son el dolor en las piernas, la hinchazón, la pesadez, el cansancio, los calambres nocturnos, la quemazón y el picor.
El tratamiento se debe abordar desde la modificación del estilo de vida mediante el fomento de ejercicio físico moderado como nadar, pasear o subir y bajar escaleras o recuperar la posición horizontal hasta tres veces al día, hasta la terapia compresiva, los fármacos venoactivos o el tratamiento quirúrgico, en los casos necesarios.