Las desventajas socioeconómicas producen desigualdades en el diagnóstico y tratamiento del cáncer, según varios estudios
Las personas que viven en condiciones socioeconómicas desfavorables tienen más posibilidades de desarrollar diferentes tipos de cáncer, de acuerdo con la compilación de estudios llevada a cabo por el equipo de LifePath, un proyecto creado por la Comisión Europea cuyo objetivo esproporcionar pruebas «actualizadas, pertinentes e innovadoras» sobre la relación entre las disparidades sociales y el envejecimiento saludable.
El objetivo de este análisis ha sido el de recopilar diferentes investigaciones que analizan la relación entre la posición socioeconómica de un individuo y los procesos biológicos que tienen lugar a lo largo de su vida, con un especial énfasis en los procesos que relacionan las desventajas sociales y su incidencia en el cáncer. Paraello, LifePath ha puesto en práctica un enfoque multidisciplinar que integra la información sobre la posición socioeconómica de los individuos, su entorno y los factores de riesgo existentes junto con mediciones biológicas.
El estudio refleja que las desregulaciones inflamatorias e inmunitarias y el envejecimiento biológico, procesos estrechamenterelacionados con el cáncer, son más frecuentes en entornos sociales desfavorecidos. «A pesar de ello, las desigualdades sociales siguen sin considerarse un determinante para la salud y no son identificadas por las políticas públicas como un factor de riesgo, como sí lo son el tabaco y el sedentarismo», lamentan desde LifePath.
En primer lugar, consideran que se ha demostrado que el sobrepeso y la obesidad tienen un patrón social desde la infancia. Un estudio realizado por la doctora Cathal McCrory, del Irish Longitudinal Study on Ageing (TILDA), observó que el índice de masa corporal (IMC) en padres e hijos está relacionado a partir de los tres años de edad del menor yse mantiene a lo largo de los primeros años de su infancia.
Gracias a las investigaciones realizadas por la doctora Maria Kyrgiou (Imperial College of London) y resumidas por el IARC (Lauby-Secretan, International Agency for Research on Cancer), existen evidencias de que un IMC más alto puede producir una desregulación en los mediadores celulares y moleculares en el sistema inmune y en los procesos inflamatorios, ambos relacionados con el cáncer.
Asimismo, recuerdan que existen otros «importantes mecanismos sociobiológicos» relacionados con el sistema inmunológico que quedan establecidos desde la niñez. Por ejemplo, citan que un estudio realizado por V. Garès y su equipo demostró que los niños pertenecientes a estratos sociales más desfavorecidos tienen más probabilidades de infectarse con un virus de la familia de los herpes llamado Epstein Barr (VEB), que está involucrado en el desarrollo de ciertos tipos de cáncer, incluyendo el carcinoma nasofaríngeo, el linfoma de Burkitt, el linfoma de Hodgkin y el síndrome linfoproliferativo post-trasplante.
«El principal interés de estos hallazgos es que la adquisición precoz de patógenos afecta a la maduración del sistema inmunológico y, a su vez, influye en su funcionamiento de forma positiva o negativa», ha explicado Paolo Vineis, profesor del Imperial College of London y líder del proyecto LifePath.
Ya en la edad adulta, un estudio de múltiples cohortes que investigó la relación entre la adversidad socioeconómica, diversos factores de riesgo y la mortalidad, demostró que las desigualdades sociales se asocian con una reducción de 2,1 años en la esperanza de vida de individuos de entre 40 y 85 años. Así, las desventajas socioeconómicas se revelaron como el factor con mayor impacto en la esperanza de vida de los ciudadanos que comprenden estas edades, sólo por detrás del tabaco (4,8 años), la diabetes (3,9 años) y la inactividad física (2,4 años).
Otro análisis relacionó cómo el nivel educativo de los individuos está relacionado con un mecanismo epigenético, la metilación del ADN, utilizado para representar el envejecimiento biológico de un individuo. Realizado por Giovanni Fiorito, del Instituto Italiano de Medicina Genómica, este estudio sugiere que las personas con un nivel educativo más bajo experimentan una tasa más alta de envejecimiento biológico queaquellas con un nivel educativo más alto.
Los análisis controlaron también una serie de factores de comportamiento y evidenciaron que el envejecimiento acelerado entrelos desfavorecidos sociales seguía estando presente. «Por tanto, la adversidad socioeconómica puede estar asociada con el envejecimiento epigenético acelerado, lo que implica mecanismos biomoleculares que vinculan las circunstancias sociales con las enfermedades relacionadas con la edad y la longevidad», señalan desde LifePath.
«Estos resultados subrayan la importancia de considerar los factores socioeconómicos como unos de los principales determinantes de la mortalidad y del envejecimiento acelerado. Por este motivo deben ser analizados de forma independiente», ha señalado Paolo Vineis.
PREVENCIÓN, EL CAMINO HACIA LA IGUALDAD SANITARIA
Las investigaciones llevadas a cabo por LifePath se han centrado también en analizar cómo los resultados de estos estudios pueden transformarse en hallazgos significativos para el desarrollo de políticas sanitarias concretas. Los resultados obtenidos hasta la fecha, por ejemplo, inciden en la necesidad de poner en marcha medidas de prevención primaria para frenar la tendencia hacia una mayor masa corporal y la consiguiente propensión hacia un estado pro-inflamatorio, especialmente en la infancia y en la adolescencia.
Para reducir el impacto de las desigualdades socioeconómicas en la salud, desde LifePath consideran «fundamental» garantizar la igualdad de acceso de la población a los sistemas de prevención primaria, «promoviendo el diálogo entre investigadores, responsables políticos y otras partes interesadas». «En un mundo en el que el mercado internacionald e terapias contra el cáncer representa más de 40.000 millones de dólares al año, es esencial invertir en intervenciones eficaces y de bajo costo, como la prevención primaria», apuntan.
Finalmente, también ven «importante» mitigar las consecuencias de las condiciones sociales adversas en la edad adulta, «fomentando el cambio de determinados comportamientos, hábitos y limitando los riesgos profesionales, cuyas consecuencias pueden motivar la predisposición biológica de un individuo a desarrollar enfermedades crónicas».